Alix Trimmer
Con 34 años de vida, he tenido la oportunidad de vivir 3 procesos electorales y el mandato de 6 personas distintas, hoy comienza el gobierno de la séptima, la número 66 en ocupar la silla, por primera vez, una mujer.
En 2012, voté por la única candidata mujer a la presidencia porque a la Alix de 22 años le resultaba necesario que existieran mujeres en los entornos de poder político, claro que en ese entonces no cuestionaba demasiado la tendencia partidista, y aunque ya me había percatado de mi pertenencia a las poblaciones de la diversidad sexual, no entendía a profundidad el conflicto ideológico y, fundamentalmente, no me involucraba en el fondo de las decisiones electorales.
Llegado 2024, la boleta electoral para la presidencia venía con una interesante novedad, un hito histórico, puesto que las dos personas candidatas con mayor impacto, aunque no en la misma proporción, eran dos mujeres, dos mujeres de contextos sociopolíticos distintos, con propuestas diferentes y abanderando, colores partidistas, adversarios.
El hecho histórico resulta evidente porque por primera vez en la historia de nuestro país, una mujer se erige hoy como PRESIDENTA, así, con todas sus letras y terminación en “A”, presidenta en femenino, cambiando el paradigma de las gobernaturas tradicionalmente reservadas a hombres, cambiando el contexto lingüístico de una sociedad que aún se rehúsa a utilizar el género femenino, e inclusive el neutro por el arraigo patriarcal al genérico masculino, “presidenta” aunque lamentablemente no incluye que la mujer que asume dicho cargo sea feminista, tenga perspectiva de género en su actuar profesional ni tampoco asegura que habrá de poner los intereses de las mujeres y otros grupos en situación de vulnerabilidad y de atención prioritaria en la mesa.
En esta ocasión, la Alix activista, abogada, defensora de los derechos humanos, con énfasis especial en los derechos de las mujeres y las poblaciones de la diversidad sexual y de género cuestiona y mira expectante hacia el futuro que, desde hoy, se crea en México.
Lo histórico no es que sea Claudia, lo es el hecho de que sea una mujer, que haya tomado más de doscientos años de existencia republicana “independiente” para que una de nosotras se encuentre en la silla del empleo más importante de nuestro país.
Como a toda mujer asumiendo un cargo de toma de decisiones, a Claudia le deseo entereza, fortaleza y carácter, le pido empatía, sensatez y congruencia, pero sobre todo, le exijo -lo que habría de exigírsele a cualquiera que gobierne, con independencia de su género- que anteponga el bienestar social al individual y partidista, que valide los millones de votos que la pusieron donde hoy está y que se atreva a cambiar la historia de nuestra nación, para mejor.
La inconformidad partidista y la sobre-expectativa que recae sobre Claudia, por ser parte de la llamada 4T y precisamente por ser mujer, es el reflejo del hartazgo político y social de nuestro entorno, pero también del machismo patriarcal tan arraigado que espera que Claudia fracase para generalizar e invalidar a todas las mujeres que aspiren al cargo.
El fracaso de Claudia sería el fracaso de México; por ello, espero genuinamente que, sacando todo provecho de las luchas feministas que hoy lograron que una mujer se convierta en dirigente de nuestra nación, se viva una nueva era en la historia gubernamental de México, que le exijamos a Claudia como lo haríamos con cualquiera otra persona y que la sucesión de hoy sea el faro que ilumine el camino y aspiraciones de niñas, jovenes e incluso de adultas que crecimos con la idea de que había cosas imposibles para nosotras por ser mujeres, hoy uno de esos imposibles se ha vuelto realidad.