Alix Trimmer
Estamos en un punto de no retorno. La política nacional e internacional ha generado importantes cambios en nuestro entorno, de formas que quizás no hemos terminado de comprender.
En el exterior, el segundo mandato de Donald Trump suena más escandaloso de lo que es; no porque su discurso hacia Latinoamérica no sea peligroso (que sí lo es), sino porque el discurso de Kamala Harris en el mismo tópico tampoco era de fondo muy distinto. Eso para nuestros temas laborales no representa un gran cambio sino seguir en la mira para efectos del TMEC y en precariedad económica que obliga a tanta gente a migrar hacia otros lados.
Nuestra coyuntura nacional sobre el debate judicial resulta más inquietante, con efectos probablemente catastróficos en el corto plazo. La impuesta reforma judicial es una realidad y, por lo que toca a los temas laborales, genuinamente se siente como el futuro que nos alcanzó de golpe y en contra de nuestra voluntad. No han pasado ni 3 años desde que la reforma laboral, que cambió de tajo nuestro modelo de justicia, se implementara por completo a nivel nacional, y ya estamos nadando contra corriente de nuevos cambios.
Todavía hay un número importante de personas juzgadoras en reserva, después de haber acreditado los procesos de selección, en espera de que un tribunal les sea asignado (y que tal tribunal sea creado y presupuestado); y con esa reserva habrá de sumarse lo que corresponda a las pretendidas elecciones judiciales.
Esta reforma se hizo con miras penales, con vísceras de hartazgo y pretensiones de justicia social; sin embargo, problemáticamente, a nuestro derecho del trabajo le cae de forma incómoda, porque la justicia laboral seguía mal acomodada y tratando de entender y aplicar las nuevas reglas del juego.
El futuro nos alcanzó, como en su momento lo hizo la mudanza de las Juntas a los Tribunales, como de las audiencias tripartitas a la concentración procesal, y como en todas esas ocasiones, solo nos resta adaptarnos, como postulantes, como personas juzgadoras y -también- como personas usuarias.
Este mensaje -no propiamente alentador- es para las personas usuarias del sistema, a quienes se ven en la necesidad de asistir ante las autoridades laborales: están entrando a un mar revuelto, a un espacio en que las autoridades (en su mayoría) no saben bien a bien como resolver de forma total, como acompañarles; hagan uso de los medios alternativos de solución de controversias, acérquense a la conciliación, asesórense; pero también, exijan, porque así como el desconocimiento de la ley no nos exime de su cumplimiento, tampoco el cambio de sistema e inestabilidades pueden justificar que la autoridad no haga su trabajo apropiadamente.