Alix Trimmer
Un año más y, como cada 8 de marzo, salimos a las calles, a marchar, a gritar, a protestar y, sí, a todas las cosas de las que tanta gente se sigue quejando.
A pesar de que, en el decir de las noticias, la marcha de este año tuvo un nivel excepcional de asistencia, mucha gente que solía participar de este evento (al menos en mi círculo medianamente cercano) decidió no marchar y, en redes, fue evidente un descontento generalizado por lo que, a decir de las propias redes, representa una banalización de la marcha, una apropiación del feminismo blanco[1] que hace de la misma un espacio de fotos para Instagram.
La crítica del feminismo blanco emerge, entre otras cosas, de la falta de visión interseccional del mismo; porque pareciera que solamente es la voz de las mujeres más privilegiadas (o menos violentadas) la que es válida y visible, especialmente por ser menos radical e incómoda.
La marcha, como la sociedad, presenta múltiples y diversas realidades e historias y, aunque todas ellas sean válidas, al propio movimiento (y quienes lo integramos) le cuesta dar visibilidad a todas sus facetas. El #8M dista mucho de ser interseccional.
Con independencia de la marcha, resulta claro (al menos para mí) que falta mucho para que exista, incluso desde el activismo, una visión interseccional real del feminismo, una visión que reconozca lo diversas que somos (las mujeres, pero también las personas), las diferencias que nos atraviesan y que valide cada una de esas experiencias únicas.
Es urgente que dejemos de ver una sola cara del feminismo, de escuchar una sola voz, la más privilegiada, y es prioritario que le demos foco y amplifiquemos las voces de quienes se han visto más afectadas por las desigualdades sociales (y económicas, e históricas, y una larga lista de etcéteras).
Es prioritario que el movimiento feminista, por plural que sea, reconozca su propia diversidad e interseccionalidad; que quienes militamos en el movimiento abracemos esa diversidad y dejemos de “medir” el nivel de validez en función de estándares de cumplimiento de requisitos que reproducen.
[1] Feminismo blanco: También conocido como feminismo hegemónico; corriente dentro del movimiento que prioriza las experiencias de las mujeres blancas, cisgénero, heterosexuales y sin discapacidades. Referencia común al feminismo que visibilizan mujeres en espacios de poder o fama, desde el privilegio que les es propio y sin consciencia interseccional.