¡La justicia no se pacta, se defiende! | Paréntesis Legal

Isabel Moreno Cruz

 

 

En tiempos donde el pensamiento crítico y objetivo es indispensable, pareciera que las mentes han olvidado cómo hacerlo.

El “Estado de derecho” desaparece sustentado en el ejercicio de una democracia, pero se olvida la verdadera esencia de ésta y se manipula para servir a los intereses de unos cuantos.

El país atraviesa por una situación compleja y sobre todo en exceso politizada, la evolución por contradictorio que parezca actúa en retroceso y los ciudadanos comienzan a vivir mecánicamente, ¿dónde quedó el ímpetu de cuestionar y construir con respeto?, ¿acaso han desaparecido los seres humanos que sienten el deber de estar informados para actuar objetivamente?, ¿dónde están las mentes brillantes que forjaron la imparcialidad de las ideas y el buen debate?

Poco queda ya de esto, y el pensamiento unificado se hace presente, sin embargo, es un absurdo, la sociedad no tiene sentido cuando todos asienten ante un hecho sin cuestionarlo en lo más mínimo.

La solución nunca fue ni será la indiferencia, el tiempo nos ha demostrado la injerencia de nuestro actuar en los procesos sociales y en la construcción de cada país, México vive ahora la crisis de una apatía frente a la amenaza de reestructuración organizacional que dejó de ser un proyecto para convertirse en realidad: LA DEMOCRATIZACIÓN DE LA ELECCIÓN JUDICIAL.

Tanto hablan de los preceptos constitucionales aquellos que dicen defender la Constitución y custodiar su “verdadera esencia”, pero han pasado por alto que la misma señala en su numeral 49 “El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejecución en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”

Ha de entenderse entonces que cada poder es independiente, los tres coexisten más no tienen porqué someterse uno u otro a los deseos del que se considera todopoderoso.

Acaso tal precepto no constituye entonces lo que llamamos división de poderes, y por tanto en lo que respecta al Poder Judicial de la Federación da sustento a la INDEPENDENCIA JUDICIAL, garantizando de igual forma que el Poder Legislativo y Ejecutivo se mantengan al margen de los asuntos que les competen exclusivamente a los jueces.

En ese contexto viene a bien la siguiente parábola:

En esta ocasión, se trataba de la lucha encarnizada entre el presidente de la república, Suru Migan Apithy, y el vicepresidente y jefe del gobierno, Justin Ahomaegbé. El motivo formal del conflicto radicaba en el litigio que mantenían los políticos por el nombramiento del juez del Tribunal Supremo. Ambos querían nombrarlo porque tanto el uno como el otro tenían una familia numerosa, cuyos miembros esperaban ocupar cargos en la administración.

De discusión en discusión, el presidente y el vicepresidente acabaron tan enemistados que dejaron de dirigirse la palabra. El único contacto que aún mantenían se limitaba a un intercambio de correspondencia, por cierto, bastante esporádico, pero ésta tampoco tardó en cesar, porque en las cartas (…] volvieron a tocar el inevitable tema del juez, y los mutuos insultos afloraron de nuevo.

La reyerta tenía paralizada la administración pública. El Estado deja de prestar servicios: “El gobierno, el partido, el parlamento, el ejército, todos llevan meses ocupándose exclusivamente del litigio sobre el juez. El juez es motivo de incasables debates, de un sinfín de resoluciones, de interminables discusiones en las que se intentan estudiar las posibles formas de un compromiso”.

Los dos jefes políticos se alzan en armas y se autoproclaman presidente cada uno. El hombre fuerte del país —ninguno de los enemistados— toma las riendas. Decide que hay que convocar a una reunión de todas las fuerzas nacionales:

“dirigentes del partido, miembros del parlamento, destacados sindicalistas y activistas de organizaciones juveniles, vendedoras del mercado (importantísima fuerza política), sacerdotes, brujos y oficiales del ejército”. Los brujos inclinan la balanza en favor de Ahomadegbé.

Pregunta: ¿a quién habría de deber su cargo el juez del tribunal supremo? Los brujos tendrían la respuesta.

El problema es que, minada la independencia, los jueces ya no hacen frente a la injusticia del poderoso[1]

El mensaje es claro: los jueces dictan sentencias sin coerción y sin amenazas de autoridades o de particulares, los jueces razonan y argumentan sus sentencias más no prometen o adulan, ellos no son ni deben ser políticos porque la justicia no se pacta, se defiende y construye conforme a derecho.

Recuerden queridos lectores, la objetividad acaba cuando se mezclan intereses y se desafían límites establecidos, por ello los jueces bajo ningún supuesto deben ser nombrados por elección popular porque su imparcialidad se verá comprometida con quienes le impulsaron e incentivaron sus dotes políticos.

Ahora parece que el mundo funciona al revés y la utopía es contundente realidad, una a la que todos los sectores contribuyeron porque, así como los ciudadanos actuaron tarde, de igual manera la academia actuó con indiferencia ante la tragedia ya anunciada.

Es duro mencionarlo, pero nos esperan tiempos oscuros y desconocidos, donde la carrera judicial ha pasado de moda y deja de ser viable, nace así el mundo politizado, congestionado de propaganda electoral y lleno de adulaciones.

Ante tal contexto, sólo les digo: PIENSEN, CUESTIONEN Y DIALOGUEN, PORQUE UN MUNDO PARCIAL DE NADA SIRVE Y ANTE TODO NUNCA OLVIDEN QUE NUESTROS ANTEPASADOS LUCHARON POR ESTOS DERECHOS Y AHORA QUE SE TIENEN SE VENDEN AL MEJOR POSTOR.

[1] Kapuscinski, Ryszard, La guerra del fútbol y otros reportajes, Barcelona, Editorial Anagrama, 1992, p. 137.