Falacias, Albert Camus y el derecho penal
Mtro. Óscar Leonardo Ríos García
Existen dos formas de persuadir a un juez o un jurado: i) con líneas argumentativas basadas en premisas cuyo contenido es acorde al derecho; ii) o con trampas argumentativas que se alejan por completo del rigor dialéctico, es decir, con falacias. Anteriormente, hemos visto ()[1] algunos vicios de la argumentación que son comunes en el mundo jurídico y político. Ahora, quisiera centrarme en los juicios de orden criminal.
Creo firmemente que la enseñanza del derecho puede ser divertida. El cine, las novelas o series son un gran instrumento pedagógico para entender el derecho, particularmente, la literatura es un excelente insumo para enseñar y aprender argumentación jurídica, pues ahí podemos encontrar muchos pasajes y poner en práctica la teoría, especialmente con el tema de las falacias. En “El Extranjero” de Albert Camus podemos ver la falacia ad populum en varias ocasiones (así como otras) en el contexto del derecho penal.
Para contextualizar, el señor Meursault[2] es acusado y procesado por haber asesinado a una persona árabe en la playa. Previo a ese acontecimiento, Meursault acudió al velorio de su madre, en el que se presentó muy tranquilo y sin mostrar señal alguna de que se sentía dolido. No lloraba ni mostraba ningún rasgo de sufrimiento por la pérdida de un ser querido.
En juicio, los principales argumentos de la fiscalía se basaron en el comportamiento de Meursault durante el velorio de su madre. Las preguntas que formulaba el fiscal al interrogar a los testigos se fundamentaron inicialmente en demostrar que Meursault es una persona desalmada y sin sentimientos. Haré alusión a diversos pasajes de la obra durante el interrogatorio.
Primer pasaje:
“Entró Marie. … Parecía muy nerviosa. El presidente quiso saber cuáles eran sus relaciones conmigo. Dijo que era mi amiga. A otra pregunta respondió que, en efecto, iba a casarse conmigo. El fiscal, que hojeaba un documento, le preguntó bruscamente la fecha en que había empezado nuestra relación. Ella indicó la fecha. El fiscal hizo notar con aire indiferente que le parecía haber sido al día siguiente de la muerte de mama. … Pidió, pues, a Marie que resumiera el día en que yo había estrechado mi relación con ella. Marie no quería hablar, pero ante la insistencia del fiscal, explicó nuestro baño, la salida al cine, nuestro regreso a mi casa. … El silencio era absoluto en la sala cuando terminó. El fiscal se levantó entonces, muy grave y con una voz que me pareció verdaderamente conmovida, tendió el dedo hacia mí y articuló con lentitud: << Señores del jurado, al día siguiente de la muerte de su madre, este hombre se bañaba, iniciaba una relación irregular e iba a reírse a un filme cómico. No tengo más que decirles>>.”[3]
Se aprecia inmediatamente (en el énfasis) que la intención del fiscal es hacerle notar al jurado que el señor Meursault carece de sentimientos. Que el fallecimiento de su madre no tuvo ni un gramo de relevancia para él. Que es una persona completamente desalmada, inmoral, y por ello asesinó a la víctima. Más adelante, el fiscal vuelve a llamar la atención del jurado narrando lo siguiente:
Segundo pasaje:
“<<Daré una prueba, señores, lo probaré doblemente. Primero, con la absoluta claridad de los hechos; luego, con la sombría luz que me ofrece la psicología de esta alma criminal>>. Resumió los hechos desde la muerte de mamá. Recordó mi insensibilidad, mi desconocimiento de la edad de mamá, mi baño al día siguiente, con una mujer, el cine, Fernandel y, por último, el regreso con Marie”.[4]
El fiscal continúa exponiendo lo siguiente:
<< ¿Ha dicho, al menos, que lo lamentaba? Nunca, señores. Ni una sola vez en el curso de la instrucción me pareció conmovido este hombre por su abominable crimen>>. Se volvió entonces hacia mí, me señaló con el dedo y siguió abrumándome sin que, en realidad, yo comprendiera bien por qué.[5]
Traté de atender de nuevo porque el fiscal había empezado a hablar de mi alma. Decía que se había asomado a ella y que no había encontrado nada, señores jurados. Decía que, en realidad, yo no tenía alma en absoluto y que nada humano, ni uno solo de los principios morales que custodian el corazón de los hombres, me era accesible. … Habló entonces de mi actitud hacia mi mamá. Repitió lo que había dicho durante los debates. Pero se prolongó mucho más que cuando hablaba de mi crimen”.[6]
Es evidente cómo el fiscal se enfoca en demostrar al jurado que Meursault es una persona inmoral y desalmada. De nueva cuenta, podemos observar cómo las falacias son un recurso sencillo para persuadir al auditorio, pero no es lo correcto. Incluir premisas a nuestros silogismos dándole un contenido falaz es prueba de un razonamiento jurídico mediocre por parte de quien los realiza.
Falacia de “pista falsa”
La falacia de pista falsa es aquella en la cual el orador utiliza alguna distracción para desviar la atención de su contrincante y la del auditorio.[7] Tiene un origen bastante interesante. Copi y Cohen nos comparten que su nombre original es red herring (arenque rojo), y la práctica consistía en intentar salvar a una zorra perseguida por sabuesos de caza. Para salvarla utilizaban un arenque ahumado como pista falsa cuyo propósito era distraer a los sabuesos y que atacaran el arenque, logrando salvar a la zorra.[8]
Teniendo en cuenta lo anterior, debo mencionar que un argumento puede contener varias falacias.[9] En el primer pasaje respecto del interrogatorio que lleva a cabo el fiscal durante el proceso contra Meursault podemos encontrar que utiliza diversas falacias. La primera en la que incurre es la falacia ad hominem porque ataca la persona de Meursault, describiéndolo como una persona inmoral, desalmada y sin sentimientos; pero al mismo tiempo, ese ataque personal se convierte en una falacia ad populum, toda vez que la intención del fiscal al señalar a Mersault como una persona desalmada e inmoral, es la de persuadir al jurado conmoviéndolo con sentimentalismos y reacciones populares, tomando en consideración que el fiscal sabía que, en ese tiempo y en esa sociedad, las cuestiones de moralidad tienen un peso significante para influir en el jurado; y la tercera es la falacia de pista falsa, toda vez que el fiscal distrae al jurado con los señalamientos personales y sentimentales de Meursault, alejándose por completo del debate de fondo que consistía en el homicidio por el cual se le acusaba.
Tan es así que, en la obra de Camus, cuando el fiscal termina el interrogatorio y se sienta, el abogado defensor de Meursault responde con enfado y sucede lo siguiente:
“Se sentó. Pero mi abogado, agotada su paciencia, exclamó alzando los brazos de modo que sus mangas al caer descubrieron los pliegues de una camisa almidonada: << ¿Se le acusa, en fin, de haber enterrado a su madre o de haber matado a un hombre? >>. El público rió. Pero el fiscal se levantó de nuevo, se envolvió en su toga y afirmó que era necesaria la ingenuidad del honorable defensor para no advertir que había entre los dos órdenes de hechos una relación profunda, patética, esencial. <<Sí – exclamó con fuerza –, acuso a ese hombre de haber enterrado a una madre con un corazón de criminal.>> Esta declaración pareció tener un considerable efecto en el público.”[10]
Los énfasis son míos. El primero es para evidenciar el fastidio del abogado defensor al advertir que la argumentación del fiscal está basada es aspectos ajenos a la litis principal (el homicidio). El segundo énfasis es que, el mismo Meursault reconoce que las falacias del fiscal están causando un efecto persuasivo al jurado, y por lo tanto, pudiera perder el juicio.
Como se ve, la literatura es fantástica pues, además de hacernos pasar un gran momento de entretenimiento, es también una fuente de aprendizaje tanto en el derecho como en cualquier otro tipo de ciencias o saberes. Asimismo, la ficción no es ajena a la realidad en el derecho penal. Debemos evadir la argumentación irracional y viciada que empleó el fiscal contra Meursault. Elevemos nuestros debates.
[1] Se recomienda leer en un primer momento aquel artículo para estar en mejor sintonía con este.
[2] Siendo el protagonista de la obra.
[3] Camus, Albert, “El extranjero”, trad. José Ángel Valente, Alianza, Buenos Aires, 2012, págs. 95-96. El énfasis es mío.
[4] Ibidem, pág. 100.
[5] Ibidem, pág. 101.
[6] Ibidem, pág. 102.
[7] Copi, Irving M.; Cohen, Carl, “Introducción a la lógica”, 2da. ed., Limusa, México, 2013, pág., 155.
[8] Ídem.
[9] Justo como vimos en el artículo anterior “Algunos vicios de la argumentación política y jurídica”.
[10] Camus, Albert, “El extranjero”, op. cit., pág. 98.