Fernando Elizondo García
Para mi primer artículo de 2025 quiero hacer algo diferente. En esta ocasión, quiero compartir algo personal que, hasta hace poco, me costaba trabajo.
Hace algunos años pasé por una crisis muy severa de fatiga por compasión[1] que me llevó a enfrentar ideaciones suicidas. Después de más de 12 años trabajando como abogado en asuntos de derechos humanos y, en particular, en la atención a víctimas de graves violaciones de derechos humanos, llegué a un punto de quiebre. Esto no es algo de lo que yo era consciente en ese momento, y no fue sino gracias a un proceso terapéutico y a los estudios de la licenciatura en psicología que cursaba en ese momento que pude empezar a entender y atender lo que me había pasado. Hoy, soy mucho más consciente de la importancia que ocupa la salud mental en mi vida profesional y, sobre todo, en mi trabajo como abogado.
¿Por qué cuento todo esto? Porque me parece importante hablar al respecto. Porque en la universidad, ninguna de nuestras clases de derecho nos prepara para entender el impacto que esta profesión puede tener en nuestro bienestar y en nuestra calidad de vida. Porque la profesión jurídica en general, tanto en la práctica privada como en la pública, está llena de prácticas nocivas y factores de riesgo para nuestra salud mental que nos colocan en una mayor probabilidad de padecer distintos trastornos y, a pesar de ello, existen muchos estigmas en torno a la idea de buscar ayuda profesional para atenderlos.
En ese sentido, en este texto quiero compartir algunas de las cosas que aprendí como parte de ese proceso de toma de consciencia y atención a mi salud. No voy a profundizar mucho en la teoría jurídica o psicológica del desgaste ocupacional y la fatiga por compasión. Si quieres leer más sobre eso puedes echarle un ojo a este otro texto que escribí hace un año: “Cuidarnos para cuidar: Apuntes psicojurídicos sobre el derecho al trabajo y el desgaste ocupacional de personas que trabajan cuidando a otras personas”. En esta ocasión quiero enfocarme en cosas menos jurídicas y un poco más prácticas.
Un par de semestres después de mi crisis, mientras cursaba la materia de Estrategias de Intervención Psicosocial, decidí hacer mi proyecto semestral relacionado con la atención a personas servidoras públicas que trabajan a su vez atendiendo a víctimas. El resultado de ese proyecto fue un taller breve de intervención psicoeducativa que buscaba brindar herramientas prácticas a sus asistentes para identificar y atender los riesgos psicosociales asociados a su labor de cuidado. En este texto quiero compartir tres acciones de ese taller y dos herramientas concretas que puedes poner en práctica para empezar a atender desde ya tu salud mental. Ya sea que trabajes en el ámbito corporativo, público, académico o social, la salud mental tiene una relación compleja con toda la profesión jurídica y por tanto puedes necesitar ayuda. Y eso está bien.
Distintos estudios y autor@s sostienen que, para lograr cambios efectivos en nuestros comportamientos, existen en esencia tres aspectos importantes que pueden aumentar las probabilidades de éxito de esos esfuerzos: i) tomar conciencia de la necesidad y la razón de cambiar, ii) hacer un plan y iii) buscar sistemas de apoyo. Estos tres aspectos los desarrollo a continuación. En ese proceso, incluyo también dos herramientas concretas que puedes poner en práctica: a) un plan de autocuidado y b) la meditación.
- Tomar consciencia de la importancia del autocuidado
La salud mental en la profesión jurídica no es un tema menor, y las cifras lo confirman. Según el informe “Bienestar Mental En La Profesión Jurídica: Un Estudio Global” de la International Bar Association (IBA), más de un tercio de las personas encuestadas considera que su trabajo tiene un impacto negativo o extremadamente negativo en su bienestar mental. Entre los factores principales se encuentran el estrés derivado de las altas demandas laborales, las largas jornadas, la sobrecarga laboral, el mal equilibrio entre vida personal y profesional, y las presiones financieras, todo esto agravado por culturas laborales poco saludables y prácticas insostenibles. Ya sea que se trate de la presión por facturar más horas en un despacho privado o la presión generada por la sobrecarga endémica del trabajo en instituciones públicas, la cultura laboral que impera en general en la profesión jurídica representa un riesgo para la salud de quienes la ejercen.
Uno de los hallazgos más preocupantes es que las personas que ejercen la abogacía presentan niveles más altos de depresión, ansiedad y estrés en comparación con la población general, y que las mujeres, los jóvenes y las personas de minorías étnicas o con discapacidades enfrentan retos adicionales. Otro dato alarmante es la puntuación promedio de 51% que se observó en el índice de bienestar mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS-5), la cual está por debajo del umbral recomendado para identificar riesgos de depresión. Además, el estudio revela un problema profundo de estigma: el 41% de las personas encuestadas afirmó que no hablaría sobre sus problemas de salud mental con su institución por miedo a represalias o a que esto afectara negativamente su carrera. Este silencio perpetúa una crisis global que no solo afecta a la productividad de los despachos y la calidad del trabajo, sino también a las vidas y relaciones personales de quienes ejercen el derecho.
Tomar consciencia de la importancia del autocuidado comienza con reconocer que la salud mental no es un lujo ni una señal de debilidad. Es, como lo afirma el informe, una condición esencial para ejercer el derecho de manera ética, eficiente y, sobre todo, humana.
En su libro “Hábitos Atómicos”, James Clear menciona que los hábitos no se sostienen únicamente con fuerza de voluntad, sino a partir de la construcción de sistemas efectivos y del poder de la intención. Clear explica que el cambio real comienza cuando conectamos nuestros hábitos con una identidad más profunda: no se trata solo de hacer algo, sino de convertirnos en alguien. En el caso de la abogacía, el autocuidado no debe ser percibido como un lujo o una distracción, sino como una práctica esencial para ser personas y profesionistas más resilientes, empátic@s y efectiv@s.
Clear también destaca la importancia de asociar nuestros hábitos con un propósito claro y significativo. Por ejemplo, en lugar de establecer como meta “practicar mindfulness cada día”, podemos replantearlo como “ser una persona que cuida de su salud mental para servir mejor a sus clientes y protegerse del desgaste emocional”. Este enfoque intencional permite que los hábitos se conviertan en una parte integral de nuestra identidad profesional y personal, aumentando las probabilidades de que se sostengan a largo plazo. Cuando integramos el autocuidado en nuestra rutina, no solo estamos mejorando nuestra salud mental, sino también cultivando las condiciones necesarias para construir una carrera jurídica más sostenible y significativa.
- Hacer un plan de autocuidado por escrito
Después de hacer consciencia sobre la importancia del autocuidado para tu vida personal y profesional, es importante definir un plan para aumentar las probabilidades de éxito. Usualmente, ponerlo por escrito les dará más seriedad y claridad a nuestros esfuerzos. Existen muchas formas de hacer y organizar un plan de autocuidado pero, de manera general, hay tres pasos que puedes seguir. Primero, identifica cómo distribuyes tu tiempo actualmente en tu día a día. No es necesario que lo hagas con exactitud, pero para tener una aproximación puedes empezar por hacer un ejercicio para identificar cuánto tiempo le dedicas a las distintas áreas de tu vida. Para ello, puedes usar una tabla como esta:
ÁREA | LUN | MAR | MIE | JUE | VIE | SAB | DOM | SUMATORIA |
Físico | ||||||||
Emocional | ||||||||
Social | ||||||||
Familiar | ||||||||
Espiritual | ||||||||
Laboral | ||||||||
Ocio | ||||||||
Sueño | ||||||||
Total | 24h | 24h | 24h | 24h | 24h | 24h | 24h | 168h |
(Tabla basada en el libro “Cuídate para cuidar a otros” de Miguel Marín Tejeda (2016))
Tú puedes ajustar las áreas como mejor consideres, pero si decides usar esta clasificación, aquí hay algunas ideas de las actividades que se incluyen en cada categoría:
ÁREA | RUBROS |
Físico | Actividad física, alimentación, chequeos médicos regulares, aseo corporal, etc. |
Emocional | Actividades que generan bienestar/equilibrio emocional: terapia, descarga afectiva, lectura de libros gratificantes, etc. |
Social | Cultivar amistades, relaciones amorosas, relaciones con colegas, etc. |
Familiar | Cultivar relaciones positivas con miembros de la familia, resolver conflictos familiares, tareas domésticas, etc. |
Espiritual | Práctica de rituales religiosos, cultivar creencias, rezar, caminar por el bosque, meditar. |
Laboral | Toda actividad remunerada y/o cuyo fin apunta al desarrollo profesional: estudio, planeación, juntas, etc. |
Ocio | Actividades que generan placer y distracción de las ocupaciones cotidianas: cultivar hobbies, internet, tele, etc. |
(Tabla basada en el libro “Cuídate para cuidar a otros” de Miguel Marín Tejeda (2016))
Ya que tengas una idea de cómo está tu distribución de tiempo actual, lo más probable es que te des cuenta de que el trabajo ocupa una parte importante de tu vida. ¿Crees que esto es saludable? De acuerdo con diversos estudios, el tiempo promedio que un ser humano debe dormir para llevar una vida saludable varía entre 6 y 9 horas dependiendo de la persona. Asumiendo que duermes un promedio de 7 horas por noche, ¿qué estás haciendo con las otras 17 horas de tu día? ¿Cuántas de esas inviertes a tu trabajo? ¿Cuántas a actividades que te nutren o te relajen o cultiven tu salud mental?
El segundo paso consiste entonces en definir metas u objetivos sobre cómo te gustaría distribuir tu tiempo. En este punto es importante que hagas un análisis realista y equilibrado que tome en cuenta las posibilidades reales de tus demandas laborales, pero al mismo tiempo te imponga metas, aunque sean pequeñas, que puedas exigirte para modificar progresivamente esos patrones. Una buena forma de iniciar este proceso puede ser pidiendo ayuda a la inteligencia artificial. Por ejemplo, puedes usar un prompt como este en ChatGPT para plantear metas e incluso hábitos en los que te gustaría trabajar en este 2025. Recuerda que puedes editar el comando para incluir las categorías que a ti te hagan sentido.
Prompt 1: “Quiero crear mi meta y visión para 2025. Por favor, guíame a través de este proceso haciéndome 10 preguntas, una por una. Al terminar de responder la décima pregunta, escribe mi historia de vida ideal para 2025, mi afirmación para el año y mis 5 metas principales divididas por relaciones, negocios, familia, dinero, cuerpo y vida.”
[Una vez que te dé la información, usa el siguiente]
Prompt 2: “De acuerdo. ¿Cómo llego aquí? ¿Qué tengo que hacer cada día? ¿Qué ajustes puedo hacer en la forma en que distribuyo mi tiempo para priorizar mi autocuidado?” [Aquí incluso puedes copiar y pegar la tabla que hiciste donde indicas cómo distribuyes tu tiempo].
Ya que tengas claras tus metas, el último paso consiste en establecer acciones concretas que te gustaría implementar para dar prioridad a tu autocuidado y salud mental. Para esto también puedes pedir ayuda a ChatGPT preguntando algo como: “Dame ahora una lista de hábitos, uno por cada categoría, en los que puedo trabajar para mejorar mi salud y bienestar”. Te sugiero pedirle que utilice el método SMART[2] para que obtengas hábitos más realistas, medibles y alcanzables. Incluso, puedes pedirle que te lo dé en un formato de tabla o archivo descargable para convertirlo en tu rastreador de metas e ir marcando cada día que cumplas tus objetivos.
Una de las herramientas o hábitos que te sugiero fuertemente consideres incluir en tu plan de autocuidado son las prácticas de mindfulness o meditación. Numerosos estudios han demostrado que estas son herramientas poderosas para reducir los efectos del desgaste ocupacional y la fatiga por compasión. La meditación, en términos simples, es una técnica que busca entrenar la mente para estar en el presente, reduciendo pensamientos intrusivos y promoviendo un estado de calma y enfoque. Por su parte, el mindfulness consiste en la práctica de estar plenamente consciente del momento presente, sin juicios, lo que puede traducirse en una mayor claridad mental y emocional.
Diversos estudios respaldan los beneficios de estas prácticas en contextos laborales exigentes, como el jurídico. Por ejemplo, se ha encontrado que el mindfulness puede disminuir significativamente los niveles de estrés, ansiedad y depresión, al tiempo que mejora la capacidad de atención, la empatía y la toma de decisiones. Esto es particularmente relevante para las personas que ejercen la abogacía, quienes enfrentan constantemente situaciones de alta presión y conflicto. Incorporar prácticas de meditación o mindfulness en la rutina diaria puede no solo mitigar los síntomas del desgaste, sino también fomentar una mayor resiliencia emocional y bienestar general.
Algunos consejos prácticos que te ayudarán a establecer una práctica de meditación son:
- Empieza con sesiones cortas: Dedica 5-10 minutos al día para sentarte en un lugar tranquilo. No necesitas un espacio elaborado, solo un rincón cómodo donde puedas estar sin interrupciones.
- Enfócate en la respiración: Una técnica simple de meditación consiste en observar tu respiración. Inhala y exhala profundamente mientras notas las sensaciones físicas de cada respiración. Si tu mente se distrae, simplemente regresa la atención a la respiración.
- Usa aplicaciones o recursos digitales: Hay muchas aplicaciones gratuitas o de bajo costo, como Headspace o Asana Rebel, que ofrecen meditaciones guiadas. También puedes buscar videos en YouTube o podcasts especializados (dos de mis favoritos son “Despertando” y “Durmiendo”).
- Sé constante: La clave del éxito en la meditación es la regularidad. Elige un horario que funcione para ti, ya sea por la mañana al despertar o por la noche antes de dormir. Incluso puedes establecer una alarma diaria para recordártelo.
- Integra el mindfulness en tu día: Si no tienes tiempo para una sesión formal, intenta practicar mindfulness mientras realizas actividades cotidianas, como comer, caminar o incluso en reuniones de trabajo. Enfócate plenamente en la tarea, dejando de lado distracciones.
Incorporar la meditación y el mindfulness en tu rutina no requiere grandes inversiones de tiempo ni recursos, pero sus beneficios pueden transformar profundamente tu calidad de vida. Estas prácticas no solo te ayudarán a manejar mejor el estrés y la presión, sino que también fortalecerán tu capacidad de conectar contigo y con las demás personas de manera más consciente y compasiva. Como abogad@s, es fácil caer en la trampa de priorizar siempre el trabajo sobre nuestro bienestar, pero no hay que olvidar que, como en los aviones, si no te pones primero tu mascarilla de oxígeno, no podrás ayudar a nadie a ponerse la suya.
- Buscar sistemas de apoyo
Finalmente, un aspecto clave para fortalecer tu proceso de autocuidado es rodearte de sistemas de apoyo que te ayuden a mantenerte comprometido con tus objetivos. Esto no solo implica tener personas a tu alrededor que te motiven y animen, sino también contar con redes que fomenten tu responsabilidad y te brinden un espacio seguro para reflexionar sobre tus avances, desafíos y posibles ajustes.
Los sistemas de apoyo pueden tomar muchas formas. Por ejemplo, podrías compartir tu plan de autocuidado con una amistad cercana o colega de confianza que comprenda la importancia de lo que estás intentando lograr. Esta persona puede convertirse en tu “compañer@ de responsabilidad”, alguien con quien revises tus metas de forma regular y que te ofrezca retroalimentación constructiva o incluso simple motivación para continuar. Si tu entorno laboral es abierto a estos temas, otra opción puede ser buscar apoyo en un grupo dentro de tu despacho o institución, como un comité de bienestar o una red de colegas con interés en prácticas de autocuidado.
Por supuesto, el acompañamiento terapéutico profesional es una herramienta invaluable que no debe subestimarse. Una persona terapeuta puede ayudarte a identificar patrones, trabajar emociones complejas y desarrollar habilidades específicas para enfrentar los retos que surjan durante el proceso. Incluso si sientes que estás manejando bien tu autocuidado, la terapia es una inversión preventiva que refuerza tu salud mental y emocional a largo plazo.
Recuerda también explorar otras opciones como grupos de apoyo, talleres o comunidades en línea donde puedas conectar con personas que enfrentan retos similares. Estas redes amplían tu perspectiva y te permiten aprender estrategias que otras personas han implementado con éxito. Al final, tener un sistema de apoyo es una forma de recordarte que no estás sol@ en este camino: buscar ayuda, compartir tus metas y aceptar acompañamiento son actos de valentía y autocompasión que te acercarán a construir una práctica profesional más saludable y plena.
Cuidar de nuestra salud mental no tiene que ser un tema tabú o un lujo, debe ser un imperativo ético en nuestra vida y en nuestra práctica. Espero que alguna de estas herramientas te sirva para construir una vida personal y profesional más compasiva contigo y con las personas que te rodean. Como abogad@s, nuestro trabajo consiste usualmente en defender y luchar por los derechos y el bienestar de otras personas, pero no olvides que también tienes el derecho, y la responsabilidad, de cuidarte a ti.
Fuentes consultadas
Clear, J. (2018). Hábitos atómicos: Cambios pequeños, resultados extraordinarios. Penguin Random House Grupo Editorial.
International Bar Association. (2021). Bienestar mental en la profesión jurídica: Un estudio global. https://www.ibanet.org/Mental-wellbeing-in-the-legal-profession
Marín Tejeda, M. (2016). Cuídate para cuidar a otros: Estrategias para prevenir el estrés y el desgaste profesional en el trabajo con personas. Editorial Pax Mexico.
[1] La fatiga por compasión es un tipo específico de desgaste ocupacional que ocurre en principalmente en profesiones que se dedican al cuidado de otras personas como la medicina, la enfermería, la docencia o el derecho.
[2] Si no sabes qué es el método SMART no te preocupes, ChatGPT sabrá de qué le hablas cuando se lo pidas.