De traidores, tómbolas y acordeones | Paréntesis Legal

Gibrán Jahaziel Zazueta Hernández

 

Intro

El desmantelamiento del Poder Judicial, ordenado por la Reforma Judicial, ha transitado por etapas, esta decadencia ha sido progresiva, y se ha materializado de una forma, por decir lo menos, circense: desde influencers improvisados, tik tokeros desabridos, tómbolas infames, acordeones tramposos y hasta algo de drama con los mentados “traidores”.

Parece una función de teatro, mala, pero histriónica, cada actor ha interpretado su papel, desde el INE, como comparsa, disfrazado de autónomo y ciudadano, los tres mandaderos del Tribunal Electoral dictando resoluciones a la carta, un Congreso dispuesto a desconocer lo que dice la Constitución e improvisar sobre la marcha, una sociedad desinteresada y un Poder Judicial que se ha ahogado en individualismos y falta de propósito común.

En fin, este es el escenario en el cual llega a su fin una era de treinta años, los treinta años de carrera judicial, los treinta años de un Poder Judicial independiente, que había mejorado y se encontraba en el camino a seguir mejorando, como una judicatura libre, independiente, ajena a los vaivenes de la política y entendiendo que, al cargo de juzgador, deben llegar los mejores perfiles.

Todo eso se acabó, y se acabó de manera burda, incluso, penosa de ver, se acabó en medio de una parafernalia difícil de explicar a quién es ajeno a nuestro surrealismo político, se acabó la independencia y la carrera judicial en un circo aderezado por traidores, tómbolas y acordeones.

Al menos, se acabó folclóricamente, casi poéticamente; la sentencia de muerte de la independencia judicial se firmó el quince de septiembre de dos mil veinticuatro, y el inicio de funciones de los juzgadores electos se materializará un dieciséis de septiembre de dos mil veinticinco, el día de la Independencia de México y el día de la Pérdida de la Independencia Judicial.

Sirva este preámbulo como intro de este texto, que tendrá tres actos.

El primer acto: los traidores, o cómo se gestó.

El segundo acto: las tómbolas, o cómo se instrumentó y,

El tercer acto: los acordeones, o cómo se culminó el desmantelamiento judicial.

Los traidores

Seguramente lo primero que se vino a su mente fue el apellido “Yunes” y el nombre de “Gelacio”, pero además, es probable que pensara en el nombre de alguna persona que, antes de la reforma, estuvo presente en las marchas, que viajó a protestar al Senado, y que no se cansó de alzar la voz en contra de la reforma judicial, pero que cuando menos lo esperábamos, cambió su foto de perfil por una profesional, con vestimenta formal, luz de estudio y una pose de brazos cruzados u otras que recuerdan a cualquier aspirante a presidente municipal.

Sí, podríamos en lo individual señalar a muchos traidores, pero hasta eso, existen de traidores a traidores.

En el caso de Yunes, me parece que podría ser el “menos traidor de los traidores”, pues sus antecedentes no me hubiesen dado la menor pizca de confianza, político al final de cuentas.

Por eso, no sé si Yunes fue un traidor, las palabras de un político siempre se deben tomar con cautela, sus promesas salen por la ventana, cuando los intereses tocan la puerta; además, no tenía una formación judicial, nunca trabajó para la institución, tampoco podríamos hablar de una traición a la carrera judicial.

Así que Yunes sí traicionó su palabra, a sus votantes, que seguramente tampoco esperaban mucho, a su partido y a un mínimo ideal de democracia y división de poderes, traicionó mucho, pero con todo y ello, creo que es el menos traidor de los traidores en esta puesta en escena, actuó como se espera que actúe un actor de nuestra clase política: sin decencia y con egoísmo.

El siguiente “traidor”, Alberto Pérez Dayan, o Gelacio, como no le gusta que le digan, sobre este personaje, tengo reservas, me parece que, a primera vista, en efecto, fue un traidor, y uno muy inesperado, “un traidor de los buenos”, no como los traidores de los que desde antes se espera la traición, sino el que da la puñalada por la espalda.

La defensa que tiene su postura es el alegato de la congruencia, me parece que sigue orgulloso de su voto aquel cinco de noviembre de dos mil veinticuatro, “no soy quién para desprender hojas de la Constitución”, o “el día que la Constitución cambie y diga otras cosas, haremos que esas otras cosas se cumplan”, estandartes de un Ministro de carrera, Magistrado de los de antes, experto en el derecho administrativo y constitucional, pero novel en la política.

Porque sí, la decisión de la acción de inconstitucionalidad 164/2024, se trataba del ejercicio de la función política de un Tribunal Constitucional, el mayor garante de la Constitución Política de un Estado, no era momento para viejos dogmas, ni para vanagloriarse en el formalismo exacerbado, era momento de tomar una decisión, de rescatar la república y de hacer prevalecer el Estado de Derecho.

Los otros Ministros lo entendieron, recibieron el mensaje, esa era la oportunidad para intentar salvar la resquebrajada división de poderes, por ello, vieron que era propicio apartarse de los precedentes o distinguirlos, no era un asunto más en la lista, era “el” asunto de toda su carrera como Ministros.

Desde la propuesta arriesgada y negociadora del Ministro Alcántara, quedaba claro que la decisión que se tomara sería acorde al contexto que se vivía, por demás, álgido y sinuoso, no era momento para cobardías, menos para traiciones.

Por ello, coloco al Ministro en segundo lugar entre los más traidores, porque sigo pensando que, probablemente en el fuero interno de ese Magistrado de la vieja escuela, formado en la Séptima y Octava Épocas, consolidado en la Novena Época, siga siendo correcto haberse apegado, inflexiblemente, a sus precedentes, sin siquiera intentar reflexionar, si la reforma judicial, encuadraba materialmente a los mismos.

Por ello, en este beneficio de la duda, de si lo suyo fue traición o congruencia (ingenua), pensaría que ocupa el segundo lugar de la lista, arriba de Yunes, pues a diferencia de este, Pérez Dayán sí le debía todo al Poder Judicial, el golpe es más duro si viene de uno de casa.

Finalmente, están los que considero los traidores de traidores, todos aquellos que, en un segundo, vendieron sus convicciones y los ideales que decían defender, con tal de aferrarse al cargo que tenían o de ocupar un cargo que no merecen, ya ni siquiera nombro a los advenedizos de afuera, sino a los oportunistas y traidores de adentro, quienes sí han hecho carrera judicial, quienes sí le deben todo al Poder Judicial y que hoy, actúan como muñecos ventrílocuos en esta función, pues se limitan a mover los labios para decir lo que otro quiere decir, para repetir un discurso que sigue golpeando a la institución a la que decían defender y pertenecer, estos, sin lugar a dudas, son los más traidores entre los traidores.

Aquí no incluyo a los titulares que, en su derecho legítimo a participar y tratar de mantener lo que por mérito ya habían ganado, se lanzaron como candidatos o candidatas y no se doblaron, ni pactaron, ni se pusieron a la orden de los poderosos, sino que, con integridad y congruencia, compitieron honestamente en la elección, para ellos, todos mis respetos.

En cambio, para aquellos que a la menor provocación voltearon su discurso y sus convicciones, sea por aferrarse al cargo, por escalar o por obtener lo inmerecido, a ellos no, ellos definitivamente son los más traidores entre los traidores, algunos simplemente fueron usados y desechados, otros hoy presumen constancias de mayoría, y a todos ellos solamente una pregunta: ¿No les da vergüenza?

Las tómbolas

El segundo acto de la obra es jocoso, viene precedido por tómbolas, por las infames tómbolas o como el eufemismo reza “las insaculaciones”.

Insacular es un término muy elegante para un acto tan infamante como introducir en una vil tómbola cientos de pelotitas con números que representan carreras judiciales, vidas entregadas al Poder Judicial y que sumadas son miles de años de experiencia acumulada y de conocimiento adquirido.

Patética la primera insaculación, la que definiría quienes se quedaban hasta el 2027 y quienes se iban en 2025, un espectáculo dantesco, difícil de ver y más de explicar, si no es en el contexto de una dictadura emergente, bananera y corriente.

Así, con desorden, desaseo e ineptitud como sello de la casa, el Senado “insaculó” o mejor dicho echó a la tómbola, la mitad de los cargos, sin importar quienes fueran a llegar, como se vio con las segundas tómbolas.

Pareciera un cuento surrealista, o la narración de un mal chiste o una pesadilla, pero no, con tómbolas se eligieron a las personas que se irían, pero para ponerle una cereza al pastel, también con tómbolas se eligió a quienes llegarían.

Como si no hubiera sido suficientemente denigrante, para propios y extraños, y para todos como país, echar en una caja cientos de pelotitas blancas y escuchar al presidente del Senado decir que estaban practicando para la lotería, vino una segunda tómbola, improvisada, sin que estuviera prevista por la Constitución, ni por las propias reglas que meses antes se habían inventado; el desacato total de la Constitución, la invención de nuevas reglas sobre la marcha y la improvisación como marca.

Así, las segundas tómbolas “eligieron” a los candidatos del Poder Judicial, pues el Comité de Evaluación, frente a tanta simulación y atropello, prefirió renunciar, por congruencia, ética y dignidad, valores casi extintos hoy en día.

Por ello, de estas tómbolas salieron candidatos, incluso, en prisión o directamente vinculados con la delincuencia organizada. En fin, las tómbolas sirvieron para dar algo de “mexicanidad” a este proceso de destrucción del Poder Judicial, porque ¿habrá algo más representativo que dejarlo todo al azar mediante unas tómbolas?

Pues sí, la joya de esta corona, y con lo que se cierra el tercer acto: los acordeones.

Los acordeones

Si las tómbolas no hubiesen bastado, llegaron los acordeones.

Como niño de primaria que no estudió para el examen, pero que es ingenioso para hacer trampa, así, sin tener la menor idea de lo que se votaba, pero con la instrucción en la mano, fueron a votar unos cuantos.

Seguramente más del 95% no sabrían diferenciar entre un Juez de Ejecución Penal y un Magistrado de Tribunal Colegiado de Apelación, pero ahí estaban, “eligiendo” a un Nuevo Poder Judicial.

Seguramente en su vida habían escuchado hablar de algunos de los cargos en disputa, menos de los cientos de nombres que aparecían en tantas boletas, pero la instrucción era clara, marcar únicamente los que decía el acordeón.

Seguramente después de votar, toda esa gente se fue a su casa pensando que hizo lo correcto y que votó por “los candidatos de Morena”, sin saber que lo que hizo fue poner uno de los últimos clavos al ataúd de la democracia.

Pero estos acordeones, no surgieron de la nada, ni por generación espontánea, fue una operación meticulosamente orquestada desde el Gobierno Federal, e incluso, algunos gobiernos locales también quisieron su parte del botín.

Un botín, no encuentro otra palabra para describir como se vivió este tercer acto de la obra, con extrema mendacidad, salieron a anunciar que la elección judicial fue un éxito, que el pueblo eligió y que por fin se democratizaría la justicia, mientras en cada Distrito se embarazaban urnas, se contabilizaban boletas sin doblar o se llegaba a escandalosos 120% de participación: una vil simulación.

El botín judicial fue repartido, resultaron electas muchas personas que en su vida se han parado en un juzgado o tribunal, o que no tienen la menor idea de lo que es el juicio de amparo y la responsabilidad de ser juez o magistrado, en una parte, hasta siento pena por ellos, se van a topar con una realidad muy dura, por más que solo intenten ir a “firmar”.

Pero siento más pena y lástima por el rumbo al que estamos transitando como país y como sociedad, la apatía reina, a nadie parece importarle, mientras cada día perdemos una libertad más… seguridad, salud, independencia judicial, privacidad, libertad de expresión, acceso a la información, todo lo estamos perdiendo, a pasos acelerados, y a nadie parece importarle.

Esta obra termina, con un final esperado, pero no menos triste, y con un porvenir poco alentador, el desmantelamiento del Poder Judicial acabó, en cuanto a su primera gran etapa, viene su implementación.

El nuevo poder judicial no parece ser un poder independiente, espero equivocarme, el nuevo poder judicial no parece ser un poder capacitado y profesional, espero equivocarme, el nuevo poder judicial no parece ser un poder que vaya a proteger los derechos de los ciudadanos, espero equivocarme.

Otro

Estamos a dos meses de que entren en funciones el Tribunal de Disciplina, el Órgano de Administración y todas las personas que resultaron electas, incluida una Nueva Suprema Corte, lo que dará lugar a un nuevo capítulo, ya no al del desmantelamiento del Poder Judicial, pues ese aquí ya ocurrió, sigue la construcción de un Nuevo Poder Judicial.

Este será tan bueno o será tan malo, como nosotros lo permitamos, pero si la apatía sigue reinando, como hasta ahora, me parece que le estamos dando al Nuevo Poder Judicial un verdadero cheque en blanco, una ciudadanía que ha renunciado a ser ciudadanía, y que se conforma con ser llamada “pueblo”.