Gibrán Jahaziel Zazueta Hernández
“Yo quería ser juez federal…
hasta que ser juez dejó de ser digno”.
Una renuncia anunciada
A pocos días de haber presentado mi renuncia al Poder Judicial de la Federación escribo estas palabras, que considero necesarias por lo que auguran: el desmantelamiento del Poder Judicial Federal y la desprofesionalización de las personas que tienen en sus manos nuestras libertades, patrimonio y derechos.
Esto no es aislado, ni casual, forma parte de un entramado de profundos cambios a la Constitución y a las leyes, que han ido minando los contrapesos, la pluralidad y los mecanismos de defensa de las personas.
Desde le reforma judicial, la cooptación de autoridades, la eliminación de órganos autónomos, la militarización del país, y más recientemente, la reforma en curso a la Ley de Amparo y lo que se viene con la reforma electoral y fiscal.
Es un cambio estructural, una reingeniería constitucional mayor, no es la simple modificación de diversas leyes, sino su alineación con propósitos de mayor calado, y que, en conjunto, colocan a México en el bando de los países que no ofrecen garantías de seguridad jurídica.
La extinta carrera judicial y su reemplazo por el voto popular
De esto se ha escrito hasta el cansancio, pero no sobra poner el acento en que el Poder Judicial encontraba su esencia en la carrera judicial, al menos así fue por las últimas tres décadas de intensa profesionalización de los miembros de la judicatura.
Cientos de cursos se impartieron, lo que se traduce en millones de pesos invertidos en tener un Poder Judicial profesional y capacitado, a la altura de los retos que la sociedad le impone.
En su lugar, llegaron los arribistas, los advenedizos, personas que sin mérito profesional y, en muchos casos, ni siquiera experiencia, hoy ocupan lo que antes eran dignos cargos de juzgadores federales.
En ese sentido, me parece atinada la distinción que se ha venido realizando en las resoluciones al clarificar si el juez es de carrera o de elección, al menos así las partes sabrá a qué atenerse.
Preocupa lo que se ve a diario en audiencias y sesiones, el desconocimiento de figuras básicas del juicio de amparo, la jurisprudencia y, en general, del derecho, es la regla en los llamados “jueces del bienestar”, aquí la pregunta es: ¿en manos de quién estamos poniendo nuestros bienes más preciados?
Entonces, si el alma del Poder Judicial Federal de carrera era el método de selección por concurso de oposición, pero ahora dicho método ya no existe y, de un día a otro, cualquier improvisado puede ocupar el cargo de Magistrado, ¿podemos decir que el Poder Judicial sigue siendo el mismo? ¿Sigue siendo profesional?
Me parece claro, al desaparecer la carrera judicial se aniquiló el alma de esta institución y se trasladó a la lógica política de la lealtad y la ideología sobre la capacidad y la imparcialidad, no se está “democratizando” más bien se está “mediocratizando” al Poder Judicial. Los mediocres están llegando al poder, no es democracia, es mediocracia.
La alineación de intereses entre los Poderes de la Unión
Podría sonar bien que los poderes de la unión tuvieran los mismos intereses y trabajaran de la mano para lograrlos; sin embargo, en una democracia constitucional que se toma en serio la división de poderes y la protección de las minorías, esto no suena como una buena idea, por la simple razón de que la lógica partidista, e ideológica en la que se subsumen el Poder Ejecutivo y Legislativo, no es la misma en la que debería encontrarse el Poder Judicial.
No es llevar la contra, es fungir como contrapeso del poder, y salvaguardar, con independencia e imparcialidad, los postulados fundamentales que recoge la Constitución, aun y cuando eso vaya en contra de los deseos de la mayoría. Esto no es otra cosa que el clásico principio contra mayoritario del Poder Judicial que, por antonomasia, no debe depender de los vaivenes políticos y sociales del momento, sino de un compromiso permanente con la defensa de la constitución y la protección de los derechos humanos, aun frente a la mayoría.
La implementación de la reforma judicial ha desdibujado estas ideas, a grado que hoy, por el contrario, le parece bien a un amplio sector de la sociedad que los tres Poderes de la Unión se sienten en la misma mesa a planificar el rumbo del país y las políticas públicas, educativas, fiscales y demás, a la luz de una misma ideología de partido y los mismos compromisos electorales.
No era difícil prever esto, cuando la elección del Poder Judicial responde a la misma mecánica electoral a la que obedece la elección de los otros dos poderes, necesariamente, en un punto habrá convergencia entre las preferencias de una mayoría de electores y los discursos y narrativas de todos los candidatos.
Precisamente, esta alineación entre el discurso, los compromisos de campaña, el resultado de la elección y las expectativas del desempeño de las personas electas, provoca que se confundan funciones, divisiones y contrapesos, conformando una suerte de gobierno único y totalitario, en tanto que los tres poderes responden a una misma mayoría electoral, diluyendo o eliminando, cualquier voz disidente y pisoteando a la minoría y a quienes se abstuvieron de votar.
Por ello, se dijo hasta el hartazgo que la elección del Poder Judicial no debía mezclarse con los temas políticos de la elección de los otros dos poderes, pues el Juez o el Magistrado, no tienen nada que prometer más que la aplicación honesta e imparcial de la ley, como los propios Constituyentes del 17 lo afirmaban.
En fin, en la ecuación de destrucción del Poder Judicial se tienen así los dos elementos principales: la desprofesionalización de los jueces y su alineación con los intereses del partido en el poder.
Entonces, el Poder Judicial no tuvo una reforma, tuvo una destrucción y el nacimiento de uno nuevo que, si bien a la fecha no se ha terminado de materializar, pues falta reemplazar a la mitad de los juzgadores de carrera judicial, lo cierto es que desde los órganos de administración y de disciplina ya se sienten los profundos cambios y, la misma alineación con los intereses de partido dominantes.
La reforma a la Ley de Amparo
El gran distractor, una fórmula gastada, el transitorio de la retroactividad. Ya a estas alturas deberíamos saber que es parte de un modus operandi que se venía realizando desde el anterior sexenio.
Primero, se propone una reforma de ley sumamente cuestionable o notoriamente inconstitucional, luego, la discusión se empieza a gestar, y justo en medio de la revuelta, se propone una adición o modificación aun más inconstitucional o groseramente arbitraria, al siguiente día, sale el Presidente o Presidenta a calmar las aguas, a poner un manotazo sobre la mesa y decir que vetará esa parte de la ley, al final, la atención se centra en solo esta parte, y no en toda la ley plagada de arbitrariedades. Ahora sí que esta ya nos la sabemos, aunque no todos.
El tema de la agilización de los procesos mediante el uso de tecnología es un punto bueno, también la reducción de plazos para la tramitación de recursos, el fijar un determinado tiempo para dictar la sentencia de amparo indirecto, la posibilidad de desechar de plano recusaciones n improcedentes o dilatorias, entre otros aspectos.
Lo neutral y como comentaba en clase, los temas de imposibilidad de cumplir la sentencia, la interpretación que se otorgue al interés legítimo, así como a las nuevas causas de improcedencia de la suspensión, me parece que son temas que entrarían en el campo de la interpretación y que, con jueces comprometidos de carrera, no supondrían un problema, pues se encontraría la interpretación conforme de tales disposiciones o, eventualmente, su inaplicación por inconvencionalidad.
Sin embargo, y como me referí al inicio del texto, esa reforma se encuentra inmersa dentro de un marco más grande, dentro de un proyecto mayor, de reestructura de los medios de defensa y la actuación del Estado frente a los particulares, lo que incluye la instalación de tribunales no independientes, que no dudarán en aplicar las normas a la letra o conforme a la interpretación mas favorable a los intereses de las autoridades o del legislador partidista, no de la ciudadanía, ni del pueblo.
Así, si bien se advierten ciertos cambios positivos en la Ley de Amparo, y otros cuestionables o, al menos, interpretables, lo cierto es que sin tribunales que estén dispuestos a darles sentido y a interpretar las normas de la manera más favorable a la persona, cualquier reforma o adición a la ley se leerá ya no en clave de derechos humanos, sino en favor de los intereses políticos del gobierno, disfrazados mediante la metáfora del “pueblo”.
Conclusión
El Poder Judicial de hoy, no es el de ayer, el cambio si bien se materializó el uno de septiembre de este año, la verdad es que la andanada en contra de la judicatura comenzó años atrás y se fue fraguando a la par de una complicidad silenciosa del propio pueblo que, con total desinterés, no se dio cuenta (ni se ha dado cuenta aun), que las reformas que hoy salen como pan caliente del Congreso no son simples estrategias para este sexenio, ni el cumplimiento de compromisos de campaña, ni están pensadas para el fortalecimiento de los derechos, la democracia y para bien, lo que se ha fraguado y, en buena medida materializado, es un cambio profundo de régimen, una reestructura de las instituciones y la forma en la que se ejerce el poder, apuntalando un dominio hegemónico.
Por tal motivo, el Poder Judicial era el último reducto para sostener la división de poderes, al caer, cayó lo último con lo que contaba la ciudadanía para defensa del poder, lo que sigue, como la reforma a la Ley de Amparo y todas las que vendrán, ya no es otra cosa que la mera instrumentación de lo inevitable y la pérdida de los derechos y libertades que hemos entregado a cambio de becas y discursos.
Así, podemos decir que érase una vez un Poder Judicial fuerte e independiente, pues lo que queda es solamente su sombra, apenas sostenida por los jueces y magistrados de carrera que nos quedan hasta 2027, porque una vez que se reemplace a todos, sálvese quien pueda, ahora sí que, érase una vez un juicio de amparo que protegía personas, porque como se ha venido diciendo desde hace meses y pocos lo escucharon: ¿Sin Poder Judicial quién te va a amparar?