Marla Rivera Moya
El mundo lo habitamos alrededor de 4,050 millones de mujeres, lo que correponde al 49.7% de la población mundial[1]. En México, la población es de más de 126 millones de personas, de las cuales, el 51.2% somos mujeres, lo que equivale a 64 millones y medio de mujeres mexicanas[2]. Según datos de ONU Mujeres, una mujer es asesinada cada 10 minutos (Informe de Feminicidios de 2023)[3]. En México, en promedio son asesinadas 10 mujeres al día[4].
Estas cifras reflejan que el problema global de las violencias contra las mujeres persiste y aún falta mucho por hacer. En este breve documento se pretende señalar que la corrupción, un fenómeno delictivo multifactorial y complejo, afecta de manera diferenciada a las mujeres y debe ser analizado interseccionalmente con el género. De modo que las políticas públicas que busquen generar condiciones de igualdad entre mujeres y hombres, debieran también incorporar este fenómeno como un elemento que agrava la desigualdad y, además, alimenta la impunidad para que se cometan otros delitos en los que las mujeres se ven afectadas diferenciadamente.
Entendemos por género al “…conjunto de creencias, prescripciones y atribuciones que se construyen socialmente tomando a la diferencia sexual como base. Esta construcción social funciona como una especie de “filtro” cultural con el cual se interpreta al mundo, y también como una especie de armadura con la que se constriñen las decisiones y oportunidades de las personas dependiendo de si tienen cuerpo de mujer o cuerpo de hombre”.[5] [6]
El género y la corrupción tienen diversas perspectivas de análisis que identificamos de la siguiente manera: a) Aquellos estudios que buscaban sostener una relación directa entre la disminución de la corrupción a partir del aumento de la participación de las mujeres en espacios de poder, especialmente en los poderes legislativos o congresos; b) La identificación de que, si bien las mujeres no son menos corruptas que los hombres por su simple condición biológica, existe una percepción social de mayor confianza hacia las mujeres, por su rol en la sociedad como cuidadoras; c) la corrupción afecta de manera diferenciada a las mujeres, no sólo en su interacción con este fenómeno, sino al permitir la impunidad para que se cometan otros delitos que sí afectan más a las mujeres y niñas.
Para saber a qué nos referimos con corrupción, tomaremos la definición que se basa en la idea del autofavorecimiento en una posición de poder[7], dicho de otro modo, es “el abuso del poder conferido para obtener beneficios personales”[8] (y no para el general). Aunque es una definición amplia y se puede traducir jurídicamente en diversos delitos (cohecho, peculado, abuso de funciones, etcétera), será de gran utilidad para tener una idea generalizada de esta práctica en la sociedad y que suele asociarse con dichos abusos y beneficios privados.
Para entrar en materia, la primera perspectiva a la que hemos hecho referencia, se basaba en los estudios que les conferían a las mujeres la cualidad de purificadoras sociales, pues su presencia en posiciones de poder implicaba una conducta que impactaba directamente en la disminución de la corrupción. Así, de un estudio realizado a principios del año 2000, se identificó que “a mayor proporción de legisladoras menor probabilidad de que altos funcionarios de un país pidieran sobornos, al menos durante el periodo de 50 años (1945 a 1995) incluido en el análisis”[9].
Esta idea se ha descartado, pues distorsiona la relación entre género y corrupción, ya que implica estereotipos de género que no contribuyen ni a la igualdad ni a la prevención y combate de la corrupción, “[…] las diferencias innatas entre hombres y mujeres no pueden ser las responsables de dicha asociación, de lo contrario, la correlación entre los niveles nacionales de corrupción y la presencia de mujeres en el poder se encontraría en todas partes”. [10]
La importancia de la llegada de las mujeres al poder, a los espacios públicos, es relevante en sí misma y no como un fin para disminuir la corrupción. Las democracias más fuertes tienden a garantizar la igualdad y la libertad, de modo que las políticas que pudieran favorecer mejores condiciones para las mujeres progresan con mayor facilidad e incluso, se extienden con mayor rapidez. De lo contrario, también se facilitan escenarios corruptos que a su vez afectan el acceso a servicios públicos y derechos.
Finalmente, “estudios más recientes indican que las mujeres no necesariamente son más ‘honestas’ o menos ‘propensas’ a la corrupción que los varones”, ni todos los hombres son corruptos ni todas las mujeres no lo son; más bien, su reciente interacción en el espacio público aún las mantiene alejadas de las grandes redes de poder, ubicándolas en una “situación de desventaja a la hora de acceder a oportunidades de corrupción”.[11]
La segunda perspectiva, indica que existe una percepción social de mayor confianza hacia las mujeres, por su rol en la sociedad como cuidadoras. Aquí se trata de enfocarnos en cómo los estereotipos de género les han asignado a las mujeres una categoría de lo que se espera de su comportamiento y del rol que deben desempeñar en la sociedad, por ejemplo, madres, transmisoras de valores y virtud, cuidadoras, asociando “a la feminidad con pureza, honestidad y confianza”[12].
Así, por una parte, hay estudios que muestran que las personas en general consideran que transaccionar con mujeres es más seguro y confiable. Y, por otra parte, los cuidados son un sistema altamente feminizado[13], que se asocia directamente con la división social del trabajo.
“Los cuidados son actividades que regeneran diaria y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas. Incluye las tareas cotidianas de gestión y sostenimiento de la vida, como: el mantenimiento de los espacios y bienes domésticos, el cuidado de los cuerpos, la educación/formación de las personas, el mantenimiento de las relaciones sociales o el apoyo psicológico a los miembros de la familia”[14].
Este sistema de cuidados, remunerados o no, muestran la necesidad de que los estereotipos de género dejen de asignarle a las mujeres ciertas tareas que, además, las exponen a ciertas situaciones de riesgo frente a la corrupción. Pensemos, por ejemplo, que en este rol de cuidadoras deben buscar el acceso de sus familiares o de las personas bajo su responsabilidad a ciertos servicios o derechos, como salud, educación, acceso a la justicia. En estas interacciones pueden enfrentarse a un tipo de corrupción en donde la moneda de cambio no es necesaria o únicamente de carácter económico, sino también sexual.
A esta manifestación de la corrupción se le ha identificado como sextorsión, entendida como una manifestación del abuso de poder con el fin de obtener un favor sexual o ventaja a cambio de dar acceso a derechos y servicios, como educación, salud, agua, licencias y permisos para proyectos económicos, visado [15]y otros. Esta exposición, que aún no está regulada, se asocia directamente con el rol de los cuidados. En México, siete de cada 10 personas que cuidan son mujeres. “La participación de las mujeres en actividades de cuidado es del 45.1%, en comparación con solo el 17.0% de los hombres en esas actividades. En cuanto al tiempo dedicado al cuidado, las mujeres destinan 37.9 horas a la semana mientras que los hombres destinan 25.6 horas semanales”[16] [17].
Aunado a lo anterior, hay estudios[18] que muestran que las mujeres son quienes más sobornos pagan por acceder a este tipo de servicios y derechos, y se enfrentan, por otro lado, a la imposibilidad de pagarlos[19]. Esto expone el gran problema de vulneración de este y otros derechos, no sólo de ellas, sino de las niñas y niños que dependen de sus cuidados. La pobreza, como elemento adicional a la condición de ser mujer, muestra cómo la corrupción las perjudica con mayor dureza […]. Las mujeres representan una proporción mayor de los pobres en el mundo[20].
Los cuidados son de gran importancia para el desarrollo de las personas, no sólo porque son un pilar fundamental del sitema de protección social, sino también porque forman parte del ciclo de vida de las personas. Según el Barometro Global de la Corrupción 2019, existe un vínculo entre el acceso a servicios públicos y la sextorsión. Hay un sesgo de género que afecta de manera particular a las mujeres. Por lo tanto, la feminización de los cuidados, la necesidad, derivada de esta actividad, para acceder a ciertos derechos y servicios, evidencia que las mujeres estén más expuestas al fenómeno de la corrupción.
La corrupción genera impunidad. Esto provoca que muchos de los delitos en que las principales víctimas son mujeres[21], se sigan cometiendo reiteradamente al grado que existen redes delincuenciales internacionales a las que les resulta altamente rentable realizar pagos de sobornos con tal de mantener amplios márgenes de actuación. La tercera y última perspectiva se basa en hacer notar la gravedad del fenómeno de la corrupción, cuando un acto de soborno que pudiera parecer simple y de poca importancia, favorece delitos como la trata de personas que claramente tiene un componente de género en donde las mujeres son el principal objetivo.
Según datos del Informe de Violencia contra las Mujeres del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que comprende el periodo enero-mayo de 2025, el porcentaje de víctimas por delito y sexo a nivel nacional muestra que el 100% de las víctimas del tráfico de menores son mujeres, del delito de rapto el 95.7% las víctimas son mujeres, para la trata de personas el 70.6% las víctimas son mujeres (sin especificar las modalidades del delito) y para la corrupción de menores el 62.9% son víctimas mujeres. Además, para este mismo periodo, se han registrado 274 feminicidios, sin omitir que estos datos son oficiales y por supuesto, no muestran la cifra negra (aquellas denuncias que no son realizadas o que no llegan a tener una carpeta de investigación)[22].
¿Cómo vinculamos la comisión de estos otros delitos con el fenómeno criminal de la corrupción? Podemos sostener que la impunidad se alimenta de la corrupción. Los altos índices de impunidad en nuestro país son los que ayudan a mantener y profundizar estas redes delincuenciales, tanto en lo que se refiere al crimen organizado, como a aquél que se encuentra en el poder público. De acuerdo con el Índice de Impunidad de México Evalúa, más del 93% de los delitos que se denuncian e investigan quedan impunes en el país[23]. En este hilo conductor, aunque los delitos se denuncien e investiguen, no se obtienen sentencias que condenen a los culpables, lo que genera un ambiente de laxitud en la aplicación de las reglas, que no se respete el Estado de derecho y, finalmente, que la confianza en las instituciones de procuración e impartición de justicia cada vez esté más debilitada.
El género no puede entenderse sin la perspectiva interseccional, es decir, aquellos elementos en torno a la condición de ser mujer: origen étnico, condición socioeconómica, orientación sexual, entre otros, que se encuentran intercontectados y que son necesarios para comprender la amplitud e impacto del tema. Estos elementos nos ayudan a identificar cómo las mujeres pueden ubicarse en situaciones de vulnerabilidad adicionales que las expone aún más a su victimización. Las redes de corrupción, por ejemplo, se aprovechan directa o indirectamente, para que esas condiciones favorezcan la comisión de diversos delitos “Un soborno a un policía para dejar funcionar un lugar en el que se sabe [que]hay mujeres víctimas de trata de personas siendo explotadas sexualmente puede ser un acto aislado […] o parte de una red criminal de gran alcance”[24].
Podemos concluir que para entender la relación entre género y corrupción, quienes diseñan y ejecutan las políticas públicas deben ser conscientes de la necesidad de interseccionar las diversas estrategias de prevención y combate de los delitos, de crear mayor comprensión de estos temas tan sensibles para nuestra sociedad y, especialmente, no perder de vista la deuda histórica que aún se tiene para lograr la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres. Si bien se han hecho grandes esfuerzos para combatir las violencias contra las mujeres a partir de convenciones y tratados internacionales, un marco legal nacional amplísimo, así como instituciones enfocadas exclusivamente a la atención de estos problemas, todavía no se logran disminuir significativamente las conductas que atentan contra la integridad y vida de las mujeres. Continuar el camino de empoderamiento de las mujeres y que tengan una mayor intervención en las políticas anticorrupción, también puede ser un camino relevante en este proceso. Las cifras son sólo una aproximación a ese camino que aún tenemos que recorrer para lograr estar seguras y seguir vivas.
[1] Cfr. Datos del Banco Mundial de 2024, disponible en: https://datos.bancomundial.org/indicator/SP.POP.TOTL; consultado el 9 de abril de 2025.
[2] Cfr. Datos de INEGI 2020, disponible en: https://www.inegi.org.mx/temas/estructura/; consultado el 9 de abril de 2025.
[3] Cfr. Noticias ONU, disponible en: https://news.un.org/es/story/2024/11/1534576; consultado el 9 de abril de 2025.
[4] Cfr. Infografía ONU Mujeres, disponible en: https://mexico.unwomen.org/sites/default/files/2022-12/infografias%202022_feminicidio.pdf; consultado el 9 de abril de 2025.
[5] Cfr. Lamas, Marta. El género es cultura. Disponible en: https://www.paginaspersonales.unam.mx/files/981/El_genero_es_cultura_Martha_Lamas.pdf; consultado el 12 de mayo de 2025.
[6] Si bien, para los fines que se persiguen en este documento utilizareos la concepción binaria del término, esto no implica que ignoremos la presencia de las categorías de la comunidad lGBTTIQ+; véase una definición en Género y anticorrupción en américa Latina y El Caribe. Buenas prácticas y oportunidades. Transparencia Internacional. 2021.P. 6.
[7] Rose-Ackerman, Susan; Bonnie J., Palifka. Corrupción y gobierno. Causas, consecuencias y reformas. 2ª Ed. Marcial Pons. Madrid. 2019. Pp. 41-44.
[8] Cfr. Transparencia Internacional ¿Qué es la corrupción?, disponible en: https://www.transparency.org/en/what-is-corruption; consultado el 3 de abril de 2025.
[9] UNODC. Es la hora. Responder a las dimensiones de género de la corrupción. UNODC. Viena. 2021. P. 25.
[10] Ídem. P. 27.
[11] PNUD. Mujeres ante la corrupción. Reflexiones para mitigar sus efectos. PNUD. México. 2023. P. 22.
[12] UNODC. Es la hora. Responder a… Op. Cit. P.20.
[13] Julio Bango y Patricia Cossani. Hacia la construcción de sistemas integrales de cuidado en América Latina y El Caribe. Elementos para su implementación. CEPAL y ONUMUJERES. 2021. La idea de que “el trabajo de cuidado remunerado y no remunerado se encuentra altamente feminizado, es una situación que se visibilizó y profundizó en la pandemia del COVID-19”. P. 13.
[14] Íbid. P. 11.
[15] Cfr. Género y anticorrupción en américa Latina y El Caribe. Buenas prácticas y oportunidades. Transparencia Internacional. 2021. P. 11. Disponible en: https://www.tm.org.mx/wp-content/uploads/2021/04/TI_Genero-y-anticorrupcion-FINAL-WEB.pdf; consultado el 10 de mayo de 2025.
[16] Cfr. INMUJERES. Sistema de cuidados. Disponible en: http://estadistica-sig.inmujeres.gob.mx/formas/tarjetas/SNcuidados.pdf; consultado el 10 de mayo de 2025.
[17] . Julio Bango y Patricia Cossani. Hacia la construcción de… Op.Cit.. P. 12. “Según datos del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ya antes de la crisis provocada por la pandemia del COVID -19 en la región las mujeres dedicaban más del triple de tiempo al trabajo no remunerado que los varones”.
[18] PNUD. Mujeres ante la corrupción. Reflexiones…Op.Cit. P. 21.
[19]UNODC. Corrupción y género. UNODC. 2019. Abu Dabi. Disponible en: https://www.unodc.org/lpomex/es/noticias/diciembre-2019/corrupcin-y-gnero.html; consultado el 2 de mayo de 2025.
[20] Ibidem.
[21] Véase el Informe de Violencia contra las Mujeres del Secretariado Eejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, periodo enero-mayo de 2025, P. 8, disponible en: https://drive.google.com/file/d/1CNXFeqFZbjg2Q_YBoqDAS4UfnVDCHlau/view; consultado el 3 de julio de 2025.
[22] Ibidem.
[23] Cfr. Impunidad Cero: https://www.mexicoevalua.org/la-impunidad-en-mexico-permanece-por-encima-del-90-hallazgos-2023/; consultado el 10 de mayo de 2025.
[24] Solano López, Ana Linda. Mujer y corrupción: estrategias para abordar los impactos diferenciados de la corrupción en América Latina. EUROsociAL+ en FIIAPP. 2019. P. 17. Documento disponible en: https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&opi=89978449&url=https://capacity4dev.europa.eu/media/94701/download/df0fa93b-05de-484a-b24e-09a9383d6f1d_en&ved=2ahUKEwjj5Ne9tZ-NAxVvE0QIHRPfNdoQFnoECC8QAQ&usg=AOvVaw0kWTXP_Lu1kuR2d86Wekv9; consultado el 9 de abril de 2025.