Lic. Raymundo Manuel Salcedo Flores
La inteligencia artificial (IA) ha llegado para quedarse; y lejos de los escenarios apocalípticos que se plantearon en filmes como Terminator; cierto es que desde hace algún tiempo los procesos automatizados han comenzado a ser de gran ayuda no sólo en los campos industriales sino ahora también en el sector de los servicios y, cada vez más, en las especialidades que tradicionalmente se consideraba que no podrían ser reemplazadas.
La IA hace imágenes. Crea, a partir de una descripción (que dependerá del usuario el nivel de detalle de la descripción) una imagen que, de alguna manera “piensa” dentro del intrincado sistema de su programación. Va más allá del simple hecho de sugerir una imagen acorde con el texto (cosa que hacía Google imágenes desde inicios de la década de 2000).
La IA hace texto. Con la introducción de Chat GPT se abrió un portal a pedirle a una máquina que realice un texto basado en la idea plasmada. Incluso a partir de obras literarias ya escritas. Desde luego que las implicaciones legales de esto son variadas: desde la posibilidad o no de registro de las creaciones que surgen a partir de la IA hasta lo que implica hacer uso académico de un texto generado por esta herramienta y haciéndolo pasar por propio; quizás esto le podría haber servido a Yasmín Esquivel en sus tiempos de tesista.
Una gran pregunta que ha comenzado a surgir es sobre si esta nueva tecnología puede reemplazar a los abogados. Aventurarse a responderla de forma tajante podría resultar ocioso; pero siempre podemos pensar en cuáles son los aspectos de la práctica legal que se pueden automatizar al punto de que sea la máquina y no la persona quien realice la parte complicada o laboriosa del trabajo.
Labor jurisdiccional
Los órganos jurisdiccionales realizan un sinfín de labores diariamente. Desde radicar demandas, desahogar audiencias, acordar promociones (que pueden ir desde una simple solicitud de copias certificadas hasta un ofrecimiento de pruebas), rendir informes, dictar resoluciones de fondo, notificar y razonar tales notificaciones, etcétera.
Es evidente que, hasta el momento, una herramienta como la IA no puede realizar por sí misma toda la carga de trabajo que tiene un órgano jurisdiccional; pero sí puede hacer algunas de las labores que se han enumerado. En algunas ocasiones ni siquiera es necesario recurrir a la IA sino a un simple programa informático.
El primer ejemplo de esto es la labor que realiza la oficialía de partes. Esto no implica dejar de lado la importante labor que realiza el funcionario a cargo de esa sección de un juzgado, pero cierto es que la asignación de números de oficio, de exhorto, números de cuenta y de expediente se pueden automatizar al grado que los libros de gobierno sean electrónicos. En el poder judicial federal y algunas entidades federativas esto empieza a ser una realidad, pero podría irse más allá.
Un segundo ejemplo lo constituyen la expedición de copias certificadas, autorización de personas y en general, todas las promociones que no implican impulso procesal pueden acordarse a partir de un sistema de inteligencia artificial; que puede verificar (con la base de datos adecuada, claro está), la personalidad del promovente y obsequiar (o no) de conformidad la petición.
Tercer ejemplo, que puede resultar controversial: el sentido en el que se rinde un informe previo y justificado también puede ser efectuado por la IA y con la base de datos adecuada y actualizada; puesto que dichos informes implican aceptar o negar el acto reclamado y, por ende, una IA que posea la base de datos de todos los acuerdos dictados en el órgano jurisdiccional, fechas y expedientes de cada uno, podría determinar (al menos de forma preliminar) si es cierto o no el acto, y ya será tarea del funcionario encargado el trabajar la defensa de la constitucionalidad del acto.
Cuarto ejemplo: las notificaciones personales. Con el texto del acuerdo, la IA (e incluso un programa informático) puede generar la cédula de notificación correspondiente e incluso determinar si se debe requerir a la parte o sólo notificarle para su conocimiento.
Todas estas funciones, sin embargo, requieren ser revisadas por el ser humano, Puesto que en algunos de los casos el margen de error de la IA es variable, siempre es necesario que el funcionario esté capacitado para detectar y corregir los errores en que incurra el sistema.
Labor del postulante
En el otro lado tenemos la labor que realizan los postulantes, quienes elaboran las demandas, contestaciones, escritos, contratos y demás documentación legal para sus clientes.
Aún y cuando toda esta documentación debería (y aclaro, debería, aunque no siempre es así) ser elaborada artesanalmente por el abogado y su equipo, cierto es que es posible delegar algunas de las funciones a la IA.
El ejemplo es claro: si un acuerdo de copias certificadas puede hacerse con uso de IA, el escrito que las pide también; de igual forma las autorizaciones y demás promociones que se describieron anteriormente.
Por otro lado, también puede ser útil para determinar la clase de acción o de defensa a ejercer; la IA no sólo genera textos, sino que puede uno pedirle que analice cierto argumento y considere cuáles son sus posibles defectos. De ahí que, con la base de datos adecuada, la IA podría determinar, conforme a cada legislación, si procede una demanda con determinada acción y determinados hechos, así como sugerir las pruebas que se tengan que promover para obtener resolución favorable.
De igual forma, determinar —con cierto grado de probabilidad— cuál es el recurso procedente en contra de una resolución, en la inteligencia que este tipo de información se obtiene directamente de la ley, pero incluso podría determinar si es necesaria una interpretación adicional para efectos de procedencia del juicio de amparo.
Otro de los rubros en los que la IA puede ayudar al postulante es a administrar el despacho, esto es, a observar y dar seguimiento a los expedientes que se tienen y, por ejemplo, a computar los plazos para impugnar alguna de las determinaciones allí dictadas o para objetar algún documento, o para contestar una vista. Incluso puede avisar al postulante que el plazo de caducidad de instancia está próximo a vencer.
Como se dijo anteriormente, ninguna de estas actividades debería ser dejada a la IA sin supervisión, pero siempre puede abrir la puerta a hacer más eficientes los procesos, tanto para el postulante como para el órgano jurisdiccional.