Isabel Moreno Cruz
Marta Cabrera Fernández
En el panorama académico las jerarquías son evidentemente clasificatorias para los sujetos, pero también se han consolidado como el medio idóneo para justificar la discriminación estructural hacia determinados grupos de personas, como son las mujeres. La falsa legitimación de acciones tendientes a relegar a este grupo es una problemática a abordar de manera urgente, por cuanto que no siempre hay consciencia de que existe.
La carrera de obstáculos comienza con esta situación, el contexto de la academia se forja en el interés por cuestionar todo y la sed de conocimiento por lo aún poco explorado. Ese es el contexto en el que se ven inmersos los investigadores y académicos todos los días, donde se comparten ideas y se construyen propuestas, de ahí el interés de centrar el tema en este ámbito. Es complicado que una persona que se dedica a la docencia e investigación universitarias no se lleve el trabajo a casa. Por algo este camino laboral es usualmente conocido como “vida académica”. Las tareas de innovación docente, impartición de clases, gestión burocrática, organización de eventos científicos, asistencia a cursos de formación, investigación y transferencia de conocimientos, etc., ocupan el día a día de miles de académicos.
Esta variedad de actividades precisa de cierto apoyo institucional, social e incluso personal al investigador para poder llevarse a cabo. Pero de esas relaciones interpersonales, tan necesarias, también surgen algunos de los mayores inconvenientes en este ámbito. Donde hay socialización, hay un conflicto potencial, y en un sistema tan jerarquizado y subdividido (por ejemplo, en áreas de conocimiento) como es el universitario, aún más. En el presente artículo nos vamos a centrar en uno de esos conflictos en concreto: el provocado por las discriminaciones por razón de género. Antes de nada, vamos a comenzar por exponer unos datos.
En junio de 2023, el Ministerio de Universidades de España publicó un dossier informativo acerca de la brecha salarial de género (BSG) en el sistema universitario público español. Los ámbitos de estudio de la brecha eran variados y se analizaban los elementos de edad, rama de conocimiento, tipo de complemento, etc. De media, entre todos estos ámbitos, la BSG era del 12,7%. Es llamativa la variación que sufre la BSG en las distintas franjas de edad, teniendo una tendencia constante al alza durante los primeros años de acceso a la carrera académica. Llega a su punto máximo en la franja de los 30 a los 39 años, con un 7,2%, y a partir de ahí se reduce significativamente. Aun así, sigue existiendo una importante BSG de hasta el 11,3% en los complementos salariales recibidos por hombres y mujeres. También se concluyó en este informe que la BSG es mucho mayor en las ramas de conocimiento de Ciencias de la Salud (18%) que en Ciencias Sociales y Jurídicas (2%).
Con estos datos comprobamos la existencia de una BSG en el mundo universitario, mas no contamos con todas las variantes que pueden haberla causado, por lo que nos limitaremos a ser descriptivos. Constatar esta existencia nos es útil para observar un tipo de manifestación de esa discriminación por razón de género. Además de la repercusión económica, nos planteamos de qué otras maneras se fragua dicha discriminación. Son sobradamente conocidos los casos de acoso laboral de carácter sexual, aunque no sea sufrido exclusivamente por mujeres. Pero hoy en día, tras años de reevaluación de conciencias y cambios institucionales, la discriminación es mayoritariamente más sutil, en cuanto menos agresiva. No es nuestro objetivo hacer un análisis exhaustivo de todos los comportamientos que denotan discriminación por género, ni afirmar que la BSG es consecuencia únicamente de los mismos. Lo que haremos será describir algunos de esos comportamientos hacia las mujeres en el ámbito de la academia que conllevan un trato desigual respecto de sus compañeros hombres, con la finalidad de seguir avanzando en ese proceso de concienciación y posterior eliminación de conductas discriminatorias.
En primer lugar, vamos a hablar de cómo los comportamientos desiguales que predominan a día de hoy han adquirido la forma del paternalismo y, en menor medida, siguen siendo de tipo sexual. Si bien no podemos afirmar que las conductas violentas por razón de género hayan sido habituales en el sistema universitario, sí lo han sido las conductas sexuales y vejatorias. Todos hemos escuchado casos de académicas acosadas en sus puestos de trabajo por compañeros que, tras recibir respuestas negativas, han seguido insistiendo en mantener relaciones extraprofesionales o han modificado su manera de comportarse con ellas, creando ambientes hostiles y discriminatorios. Estas consecuencias suelen perpetuarse incluso después de que la acción directa del acoso sexual desaparezca. Por otra parte, las conductas paternalistas son mucho más difíciles de identificar, al no tener una intencionalidad discriminatoria por parte del emisor. Nos referimos a los casos en los que las académicas son tratadas con menos profesionalidad que sus compañeros en aras de una mayor condescendencia e infantilización. Puede ser a través de un tono de voz más suave que el usado con académicos hombres, o mediante comentarios y recomendaciones personales que exceden lo estrictamente académico. Por supuesto, este tipo de paternalismo puede provenir de las propias mujeres e incluso dirigirse a investigadores hombres, pero denotamos una mayor presencia en el tratamiento de hombres a mujeres.
Un ejemplo de esta última clase de tratamiento desigual en un contexto institucional es la invisibilización del trabajo de las mujeres cuando se les recuerda que ocupan ciertos puestos académicos por el hecho de ser mujeres, en vez de por la calidad y pertinencia de su obra. Véase, cuando se incluye a mujeres en paneles de congresos, comités técnicos o científicos, o planes docentes para cumplir con las cuotas de paridad mínimas o para potenciar una política feminista del ente organizador, en lugar de promover esa inclusión con base en la adecuación personal y profesional de la docente al ámbito en cuestión. Otro ejemplo más concreto es el de la proliferación de mujeres investigadoras en temas de perspectiva de género, con la subsiguiente exclusión de hombres investigadores. En ambos casos que hemos planteado, existe una suerte de condescendencia, bien hacia la figura de la mujer académica o bien hacia el contenido de su trabajo, que hace imposible separar la concepción que se tiene de su puesto en el sistema universitario de su género, llevando a un tratamiento desigual en comparación a sus compañeros.
En segundo lugar, el fondo de las conductas discriminatorias puede llevarnos al error, puesto que muchas desigualdades hacia las mujeres no tienen base en el género, sino en otros elementos de distinción habituales en la academia. El más claro es el elemento jerárquico. Siguiendo con el ejemplo de presencia en congresos científicos, parece coherente que las invitaciones de participación a Catedráticos y Profesores Titulares sean más abundantes que las invitaciones a investigadores noveles. Esta desigualdad de trato está perfectamente fundamentada y aceptada, por lo que no podemos afirmar que la falta de presencia de investigadoras noveles en congresos sea causada por su género, pues esa misma falta se denota con los investigadores. Sí sería discriminación por género cuando las invitaciones de participación careciesen del sesgo jerárquico y, aun así, predominasen las destinadas a hombres sin encontrar fundamentación en que su trabajo sea más relevante para el evento. Además de la razón jerárquica, vemos que existen desigualdades por el fondo del trabajo académico, lo cual nos hace recalcar que no toda desigualdad es inherentemente indeseable, sino que supone un criterio de selección aceptado para este ámbito. No lo serían, por otra parte, criterios inequívocamente discriminatorios, como el de clase, el económico, el de asociación o, como estamos viendo, el de género.
Así, en la actualidad es común observar, dentro de las estructuras que se consolidan en el mundo de la academia, diversas actitudes paternalistas que se adoptan por quienes ocupan la titularidad de un sector o en quienes recae cierta carga importante de poder, misma que en mayor medida corresponde a los hombres.
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, se define el paternalismo como “La tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia tradicional a relaciones sociales de otro tipo; políticas, laborales, etcétera”[1].
Esta es la definición general, que toma sentido cuando se aplica sobre cierto sector, en este caso el académico, donde abundan una serie de acciones que tienden a ser paternalistas, en lo que respecta al sentido de protección que pretende ejercerse sobre las personas que están bajo un orden jerárquico inferior.
Hablar de este término es relevante porque, si realizamos una analogía con las relaciones paterno-filiales, podremos entender cuál es el origen de tales conductas, cuyo antecedente recae en las sociedades antiguas como Grecia y Roma, donde el poder del padre sobre los miembros de su familia fue absoluto y desmedido. No obstante, dicho argumento no es del todo factible en la sociedad del siglo XXI.
El mundo evoluciona y, con él, las estructuras que consolidan las sociedades modernas, proceso que ha tomado años en conjunto con el acontecimiento de las revoluciones intelectuales, económicas y políticas, tan marcadas como necesarias.
Hoy la sociedad es otra y los individuos que la conforman tienen necesidades distintas y pensamientos que se reformulan, aunque también es cierto que perduran sesgos jerárquicos que conllevan comportamientos de protección normalmente de los hombres hacia las mujeres, sobre todo cuando del ámbito laboral se trata.
Puede actuar la persona sobre quien recae el poder conscientemente, pero de igual forma existe la posibilidad de conducirse inconscientemente, no podemos obviar que tales acciones con el paso de los años se han consolidado y se han convertido en una costumbre, misma que se ha normalizado y que por instinto se refleja en contextos laborales y académicos.
En virtud de ello, los sujetos que preponderantemente actúan de esta forma legitiman el ejercicio de un poder distinto al que les corresponde con frases como “lo hago porque me importas”, “es por tu bien”, “nunca está demás un consejo”, etc., algo que pareciera insignificante pero que en realidad no lo es, porque se trata de justificar objetivamente algo que es subjetivo.
Las mujeres hemos padecido y seguimos padeciendo un trato diferente hacia nosotras en todos los sentidos y ámbitos. El intelectual y académico es uno de los más evidentes. Tal cuestión nos lleva a afirmar “la historia siempre se cuenta completa, es decir con hombres y mujeres”, y no ocultando la participación de las primeras o venerando la injerencia de los segundos.
Veamos un ejemplo. La memoria, así como la humanidad, recuerda con gran júbilo y respeto a la llamada Generación del 27, aquel grupo de intelectuales conformado por escritores, poetas, artistas, pintores, entre quienes destacan los nombres de Federico García Lorca, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Salvador Dalí y Luis Buñuel, personajes que aparecen en libros, revistas, congresos, simposios, etc., cada vez que se hace mención del movimiento, todos ellos importantes. Sin embargo, aquellos hombres no fueron los únicos grandes artistas de ese momento, algo que la historia olvidó.
La filósofa María Zambrano es el claro ejemplo de la presencia de las mujeres en aquel movimiento, junto a la pintora Maruja Mallo y Margarita Manso, “un día de 1920 se nos ocurrió a Federico (García Lorca), a Dalí, a Margarita Manso y a mi quitarnos el sombrero porque decíamos que parecía que estábamos congestionando las ideas, y atravesando la Puerta del Sol nos apedrearon llamándonos de todo”[2], de esta manera Maruja Mallo narra aquella anécdota que en tiempos posteriores daría nombre a la generación de las mujeres nacidas entre 1898 y 1914, quienes también eran parte de la generación del 27.
Grandes poetas, novelistas, escultoras, que mostraron su magnificencia en su trabajo, pero en el caso de las escritoras se ha comprobado que sus papers están inmersos en las obras de los autores hombres, es decir, ellos coordinaban, las invitaban a participar en obras colectivas, pero el libro siempre en su portada tenía el nombre de un hombre y jamás el de una de esas mujeres tan valiosas e inteligentes como aquellos varones.
La Guerra Civil Española contribuyó al olvido y exilio de dichas intelectuales y con ello el mundo también mostraba indiferencia, solo por eso les pedimos: recordemos siempre contar la historia completa.
Al día de hoy que las mujeres ocupen cargos de poder sigue siendo cuestionado por la sociedad, ante todo debe existir una causa lo suficientemente válida y objetiva para consolidar tal hecho. También se sigue cuestionando la autoridad de mujeres en puestos de poder, a quienes se les exige una mayor justificación de sus decisiones y de su trabajo.
La igualdad es un camino que se construye, que se forja día a día con acciones concretas y evidentes. Esto no se trata de una revolución radical, hay que entender que muchas son las cuestiones que nos han llevado a creer que el hombre y la mujer deben ser tratados distintos y que, a los primeros, sobre todas las cosas, les ha sido concedido por un ser dividido y un derecho natural la facultad de controlar, aprobar y proteger a las mujeres por ser cuestión imperante a su naturaleza.
El pensamiento de este momento debe ser distinto porque también los individuos lo somos, nada es absoluto o eterno, los cambios son parte imprescindible de la evolución de los seres humanos, sin ella nada tendría sentido y todo se volvería un monólogo sin mayor importancia, porque todos construimos la sociedad actual y la libertad de unos vale tanto como la de otros, en palabras de Mary Wollstonecraft “No deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres, sino que tengan más poder sobre sí mismas”, SÓLO ENTONCES PODREMOS DECIR QUE SOMOS LIBRES.
[1] Voz “Paternalismo”, en Diccionario de la Lengua Española, ed. RAE, Vigésima Edición, 1986, t. II.
[2] Las Sinsombrero: conoce a las mujeres silenciadas de la Generación del 27 por Educación 3.0, https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/sinsombrero-generacion-27/