Sobre el pensamiento crítico
Lic. Diana Gamboa Aguirre
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar una entrevista formulada a Yeonmi Park, mujer norcoreana que logró escapar del totalitarismo que se vive en tal país y tuvo la oportunidad de contar su historia en el libro titulado “In order to live: A North Korean Girl’s Journey to Freedom”.[1]
Entre los distintos temas que se abordaron, tal diálogo me llevó a reflexionar sobre lo que considero como una de las responsabilidades fundamentales de las escuelas y universidades frente a los jóvenes estudiantes: fomentar el pensamiento crítico.
Si bien Yeonmi comenta diversos aspectos de su experiencia que resultan desgarradores, para efectos del presente, me centraré en un detalle que me pareció preocupante y digno de atención. Comparte que, con posterioridad a la historia narrada en su libro (2015), tuvo oportunidad de estudiar en una universidad de prestigio en Nueva York. Esto, a raíz de la invitación que recibió para asistir a una conferencia de liderazgo juvenil en Irlanda, donde participó compartiendo lo que sucedía a los norcoreanos en China, especialmente lo relativo al tráfico de mujeres.
Su participación tuvo eco en distintos ámbitos, incluyendo una editorial que le ofreció publicar un nuevo libro, el cual podría escribir en la ciudad de Nueva York. Mientras escribía, decidió continuar con sus estudios e ingresó a la referida universidad. El entrevistador la cuestiona sobre cómo describiría su experiencia… “it was complete madness”, refiere ella. Es decir, describe como “una completa locura” su paso por dicha institución, lo cual llamó especialmente mi atención.
Refiere que el proceso le generó una percepción pesimista sobre el rumbo que está tomando occidente. Más allá de los detalles concretos, me preocupó que -a su juicio- durante los cuatro años que estudió en Nueva York, aprendió a “censurarse de nuevo”. Esto, haciendo referencia directa a la experiencia de nula libertad que vivió en Corea del Norte.
Expresa con frustración: “…literalmente arriesgué mi vida para poder decir lo que creo que es correcto” y en esta universidad, se sintió censurada para no expresarse libremente bajo el pretexto de crear “espacios seguros”. Refiere que percibió una obsesión por moldear cómo piensan o cómo deben pensar los estudiantes, en oposición a enseñarles a pensar por sí mismos. Y es ahí donde quisiera detenerme.
¿Cuál es la labor de un profesor universitario? ¿Será “explicarle” al alumno lo que es correcto y lo que debe pensar? Yo creo que no.
En mi opinión, más allá de los detalles específicos de cada curso, la labor esencial del docente universitario se puede resumir en un objetivo básico: fomentar el pensamiento crítico en los jóvenes estudiantes.
Limitada utilidad tendrá en el mundo un egresado universitario que sea capaz de recitar cada una de las posturas de sus maestros frente a diversos temas, si es incapaz de integrar el estudio, la experiencia y la reflexión, con el fin de formar su propio criterio.
Pocas cosas son tan decepcionantes como renunciar al pensamiento crítico, por eso considero fundamental que las instituciones de educación superior tengan como base ese objetivo frente a sus alumnos. Pensemos en el problema social que se gesta cuando el adoctrinamiento en determinadas posturas o ideologías concretas se vuelve el pan de cada día en las aulas universitarias.
Por ejemplo, hoy veo con preocupación cómo muchos jóvenes pretenden legitimar la violencia como método de exigencia social, en oposición al diálogo respetuoso y razonable, con el fin de convencer al disidente a la luz de argumentos sólidos y debidamente justificados. Desde pintar paredes, hasta violentar policías, hoy la agresión se “justifica” debido a que la causa de fondo suena legítima.
Por regla general, lo que subyace a dicha legitimación de la violencia es precisamente la falta de pensamiento crítico. La cerrazón al diálogo y a los argumentos, con el fin de justificar o criticar determinadas posturas.
Nada tan poco fructífero como creer que se detenta el monopolio de la verdad e invalidar a priori los argumentos de quienes no coinciden con uno.
Nuestros jóvenes lo tienen que saber y es labor de las universidades ser ejemplo de apertura crítica al diálogo plural. Insultar a otro por no coincidir con las ideas propias y pretender silenciarle bajo la noción de que se posee la verdad absoluta es, por decir lo menos, obtuso e irracional.
El enojo y la violencia como reacción ante una idea distinta a la propia, refleja ausencia de pensamiento crítico. El insulto a quien piensa diferente anula la posibilidad de un diálogo constructivo y pone en evidencia la falta de argumentos para controvertir un razonamiento con el que no se coincide.
Nada malo ni reprochable hay en negarse a seguir cualquier corriente ideológica porque no se comparten las razones que pretenden darle sustento. Ejercer el pensamiento crítico implica abrirnos a la posibilidad de que otro puede tener algo valioso que decirnos. Estar siempre dispuestos a cuestionar y confrontar las propias ideas, pues eventualmente esa labor de réplica y contrarréplica nos permitirá formar un criterio, mediante la integración del conocimiento adquirido por el estudio y la experiencia.
Ejercer el pensamiento crítico implica reconocer que ninguna persona conoce la verdad absoluta, pero que existen mejores aproximaciones a la verdad, mediante el uso de la razón; que nos permite confrontar argumentos e identificar aquel que resulta más razonable a la luz de las premisas en que se sostiene. Permite identificar como la base de todo diálogo constructivo el respeto a quien piensa diferente. Es fundamental reconocer el derecho de toda persona a formar su opinión y el impedimento que tenemos para imponer a los demás nuestra visión de la realidad.
La apertura al diálogo, la pluralidad y el respeto a la libertad de expresión, pensamiento y opinión de los demás, son signos de que los miembros de esa comunidad ejercen pensamiento crítico. Al final, los distintos efectos positivos de fomentar la reflexión en los estudiantes, se verán siempre reflejados en la realidad social; así como las consecuencias de no hacerlo así.