El “racismo a la inversa” y su pretendida inexistencia[1]
Lic. Diana Gamboa Aguirre.
Posteriormente expondré por qué a mi juicio resulta inadecuado categorizar conductas discriminatorias en función de quién las comete o quién las padece, para después de determinar si son reprochables o no. Lo anterior, pues en tal supuesto se incurriría en la contradicción lógica de afirmar que una misma conducta discriminatoria es y no es “racista” dependiendo en contra de quien se ejerza.
Ahora bien, por racismo, entiendo aquella visión de la realidad que pretende justificar la agresión o descalificación de una persona en función de las características hereditarias comunes que la distinguen de otro grupo de personas. No sobra decir que me parecen reprobables las conductas violentas que despliegan quienes ven la realidad a partir de una ideología racista.
Ahora bien, he leído en redes sociales y algunos medios de comunicación múltiples afirmaciones categóricas en el sentido de que el “racismo a la inversa” no existe. Esto, bajo la noción de que aquellos que pertenecen a determinados grupos identificables debido a condiciones identitarias, pero que históricamente no han sufrido racismo de manera sistemática y con aquiesencia del Estado, no son susceptibles de verse afectados por discriminación en función de dichas características.
En mi opinión, es errónea la creencia de que el racismo únicamente se puede ejercer respecto de un tipo de sujeto, cuyos ascendientes han sido víctimas de racismo en forma sistemática. Como se expuso líneas arriba, dicha creencia implica al mismo tiempo la afirmación y la negación del carácter racista de una conducta, dependiendo en perjuicio de quién se actualice. Es decir, constituye una inconsistencia lógica, debido a que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo.
No comulgo con quienes consideran que el “racismo a la inversa” no es un mal que merezca atención o, peor aún, que “no existe”. Es claro que la categoría conceptual de “racismo a la inversa” que tienen quienes hacen dicha afirmación, es incompatible con lo que entiendo por racismo. Pero también es cierto que definir tal término -racismo- en función de quién lo ha padecido en la historia es poco fructífero para aprender como sociedad y además impide reprochar dicha conducta hacia el futuro si no se ejerce respecto de determinados sujetos en concreto.
Si por un momento abundamos sobre los efectos de considerar que cierto tipo de racismo “no existe”, ello puede llevar a justificar en los hechos determinadas conductas que son reprobables con independencia de quién se vea afectado por ellas.
Bajo esta premisa, ante dos hechos discriminatorios idénticos, únicamente estaríamos frente a una conducta “racista” cuando la condición identitaria a partir de la cual se discrimine haya sido históricamente utilizada para segregar. No parece lógico. Además de que resulta poco útil en términos lingüísticos y conceptuales definir una conducta reprochable en función de la víctima y no a la luz de la conducta misma.
Personalmente encuentro incluso una injustificada condescendencia por parte de quienes afirman que únicamente cierto tipo de personas pueden ser víctimas de una conducta racista… ¿qué justifica la idea de que ciertas personas no puedan padecer una conducta racista? ¿una superioridad subyacente? ¿una visión del otro como víctima eterna de un racismo que todos reconocemos como injustificado? ¿o una visión del impedido para padecer racismo como “privilegiado” y por ello merecedor de cualquier descalificación o agresión motivada por sus condiciones identitarias? No lo sé… personalmente no encuentro justificación válida para dicha exclusión a priori.
Desde luego me queda claro el componente histórico con el que pretenden definir al racismo quienes apoyan dicha postura. Sin embargo, me parece que de la historia debemos aprender a extraer reglas generales para evitar que ciertas situaciones y conductas se repitan, con independencia de quién las lleve a cabo y quién las padezca.
Nadie en su sano juicio negaría las desgracias de que fueron víctimas, por ejemplo, las personas de ascendencia afroamericana en Estados Unidos de América debido a la segregación racial que se justificaba desde el Estado.[2] Tampoco creo que sea posible negar la valentía de quienes se opusieron a las injustificadas distinciones y obtuvieron poco a poco pequeños logros que han ayudado a transformar dicha sociedad.
Sin embargo, me parece que de la experiencia histórica es posible extraer dos conclusiones distintas y contrarias entre sí:
- La primera, sería pensar que es inadecuada la descalificación de cualquier persona en función de las condiciones identitarias comunes que la distinguen de otro grupo de personas.
- La segunda posibilidad interpretativa, sería considerar que únicamente las personas con ascendencia afroamericana, por ejemplo, son susceptibles de ser discriminadas. Idea que parecen sostener quienes afirman que el “racismo a la inversa” no existe.
Me inclino por la primera alternativa. Creo que es reprochable por sí misma la conducta de descalificar a otro en función de una característica hereditaria que no puede cambiar. Esto, particularmente si se considera que nadie es ni directa ni indirectamente responsable de su ascendencia genética.
Es decir, ninguna persona eligió el color de piel con el que nació, ni pudo intervenir en quiénes forman parte de su ascendencia. Nadie elige quién fue su papá, mamá, abuelo, bisabuela u otro pariente. Así, ni una persona de ascendencia afroamericana, ni una con rasgos caucásicos tienen responsabilidad alguna por su color de piel, ni por su árbol genealógico.
Creer que cualquier persona viene cargando con una calidad determinada e inherente a sus particulares características identitarias parece una forma muy pobre de percibir la realidad. En el presente, ni uno es víctima porque sus ascendientes lo fueron, ni el otro es culpable natural de lo que hubieren hecho o dejado de hacer los suyos. Dicho de otra manera, creo que no se justifica el pensar que una cualidad identitaria te convierte naturalmente en “oprimido”. Ni tampoco el considerar que dicha característica conlleva un inherente “privilegio”.
En tal sentido, parece más adecuado: (i) extraer conceptos abstractos respecto de situaciones que han acaecido a lo largo de la historia de la humanidad; (ii) emitir un juicio de valor sobre dichas conductas; y, a partir de ello, (iii) denunciar en el presente su reiteración, con independencia del sujeto activo o pasivo de la acción concreta.
El error histórico que la humanidad ha cometido en términos de racismo no se va a enmendar permitiendo que la misma conducta se cometa en el presente, pero en perjuicio de personas distintas. Lo que sí podemos hacer es reconocer cuál fue la actividad humana que hoy reconocemos como reprochable e impedir que se reitere en la sociedad actual en perjuicio de persona alguna.
Que el respeto a la historia y al sufrimiento que padecieron determinados grupos sociales no nos impida aprender las lecciones que el pasado nos deja. El racismo no se justifica en contra de nadie.
Ahora bien ¿por qué hacerse esa pregunta siquiera? ¿en qué nos afecta que alguien niegue la existencia del supuesto “racismo a la inversa”? En la mayor intervención en la libertad individual que el asiento de estas ideas genera. Me explico:
Quienes sostienen dicha postura usualmente pretenden imponer una narrativa totalitaria, que descalifica la disidencia y reprocha el cuestionamiento. Formulan un análisis univariable que considera insostenible cualquier visión de la realidad desde otra perspectiva. La vieja narrativa dialéctico-marxista que reduce la realidad humana a un solo lente, a una variable única: poder. Donde el poder define la calidad de “oprimido” o de “opresor”.[3]
Asegurar que una persona es “naturalmente” oprimida por su color de piel constituye una predisposición despectiva injustificada. Esa ideología radical pone en riesgo la libertad individual debido a que se afirma como verdad absoluta y, por ende, se encierra en si misma. Basta identificar el talante impositivo, y en ocasiones violento, con el que se manejan algunos grupos e individuos que la comparten.[4]
Si alguien se atreve siquiera a cuestionar la validez de sus premisas, deberá estar preparado para recibir una serie de insultos y ataques que nada tienen que ver con sus ideas, sino con el mero hecho de disentir. Como ejemplo de lo anterior, basta leer la misiva escrita de manera anónima por un Profesor del Departamento de Historia de la Universidad Berkeley en California, cuya autenticidad fue confirmada por otro profesor de la misma institución educativa.[5] Entre otras cuestiones, el maestro refiere lo siguiente:
La afirmación de que las dificultades que enfrenta la comunidad afroamericana se explica causalmente a la luz de factores externos en forma de racismo sistemático de la gente blanca “white supremacy” y otras formas de discriminación por parte de personas blancas, constituye una hipótesis problemática que debería ser confrontada fuertemente por los historiadores. En lugar de eso, se da un trato de verdad axiomática a dicha premisa, sin considerar sus profundos vicios…
Personalmente no me atrevo a hablar de manera pública en contra de la narrativa BLM (black lives matter) […] Estoy cierto de que si mi nombre se hiciera público como autor de este documento, perdería mi trabajo actual y cualquier alternativa laboral hacia el futuro. Esto, a pesar de que puedo justificar cada una de mis palabras.[6]
Así, se observa la censura indirecta de la libertad de expresión que las ideologías univariables y totalitarias generan. La clausura al díalogo es especialmente preocupante si se considera que su visión de la realidad se queda corta. Esto pues, si bien es imposible negar que la condición identitaria de cada sujeto juega un papel específico en la vida (y en sociedad), el ser humano se ubica en una realidad multivariable, de modo que las condiciones identitarias como, por ejemplo, el color de piel constituye una más de las variables de la existencia humana y no la única.
El hecho de que aún haya mucho que hacer para mejorar como sociedad no anula que nos encontramos bajo un contexto en el cual el racismo no representa lo que representó para Martin Luther King o Rosa Parks. Muchas cosas que hoy reconocemos como normales, eran impensables en su época.
Y creo que esa “evolución moral” se debe a que poco a poco más personas empezaron a reconocer la falsedad de una premisa que sostenía la inmoralidad que efectuaban quienes discriminaban a la población de ascendencia afroamericana: su pretendida inferioridad “natural”.
Todas las personas tenemos un valor intrínseco que hoy muchos conocemos como dignidad y esa cualidad nos hace merecedores del mismo respeto, con independencia de las características identitarias de cada uno. Así, la clave está en reconocer que la discriminación por razón de raza, es reprochable sea quien sea que la efectúe y con independencia de quién la padezca.
En conclusión, el racismo existe y es condenable sin necesidad de verificar quién lo padece.
- Agradezco especialmente a Gerardo Pacheco su apertura, comentarios y observaciones, que facilitaron el desarrollo ordenado de la presente idea. ↑
- V. Caso Dred Scott vs Stanford (1857) de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos de América. ↑
- V. Marx, Carlos y Engels, Federico. Manifiesto Comunista. Ediciones Elaleph.com. Libro Electrónico. 2000. p. 89 y ss. ↑
- V. https://www.washingtonpost.com/dc-md-va/2020/08/25/dc-protesters-blm-diner-confrontation/ ↑
- V. https://californiaglobe.com/section-2/uc-berkeley-history-professors-open-letter-against-blm-police-brutality-and-cultural-orthodoxy/ ↑
- Traducción propia. ↑