Isabel Moreno Cruz
“Si mi justicia vale tanto como tu justicia,
se ha de tolerar que ambos expresemos con
la misma libertad nuestras ideas al respecto”
Hans Kelsen
Desde el momento que se planteó la reestructuración del Poder Judicial se hizo bajo el fundamento de la necesidad urgente de una democratización, una que le otorgará a todos los ciudadanos la posibilidad de participar activamente en el proceso y con la inmediatez suficiente para conocer a los candidatos postulados a ocupar un cargo.
La reforma se aprobó con total convencimiento en que la solución a los problemas que hasta el momento estaban presentes en el sistema jurisdiccional se terminarían con una sola acción “La elección popular de los jueces”.
Las opiniones dominantes que se hacían notar una y otra vez, festejaron el gran logro porque sin duda marcaría un hecho histórico por la participación de millones de ciudadanos en este proceso electoral tan inaudito.
Y sí, se ha convertido en un hecho histórico, el cual ha llamado la atención a nacionales y extranjeros porque el pasado 1 de junio, la fecha señalada para que los mexicanos y mexicanas emitieran su voto con la finalidad de escoger a sus jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue un rotundo FRACASO.
El Instituto Nacional Electoral emitió un comunicado para hacer del conocimiento general que la participación registrada en el Proceso Electoral Extraordinario del Poder Judicial fue de un 12.57 %, una cifra en extremo mínima si se considera que la población total de México para el 2025 es de 133. 4 millones de habitantes de acuerdo a las estadísticas registradas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
La poca afluencia a los centros de votación dejo en claro que esa no es la solución, la impartición de justicia no es algo negociable, su grado de efectividad recae en la preparación académica y sociológica que cada juzgador tiene, nunca en la popularidad que una persona pueda consolidar a través de una red social (TikTok, Facebook, Instagram, X) mediante la exposición de anécdotas o datos que resultan innecesarios y poco útiles para alguien que tendrá la responsabilidad de impartir justicia.
Es claro que en su momento se utilizó la palabra “democracia” para legitimar un cambio que se ameritaba, pero no bajo estos parámetros, y jamás se entendió el verdadero significado de ésta.
En una sociedad tan compleja como la nuestra el sistema democrático es pilar fundamental porque permite el libre intercambio de ideas a la par de poder discernir de aquellos postulados a los cuales no se es afín.
En este caso la democracia solo se utilizo como pretexto que otorgaría legitimidad a la decisión de unos cuantos, porque siempre se fue consciente que al lograr someter a la función jurisdiccional a los intereses del poder dominante se gana todo, en ese momento no existe mas imparcialidad sino sumisión y nula capacidad crítica.
Las elecciones pasadas no pueden servir como ejemplo de un sistema que maximiza la participación ciudadana porque no lo fue, demostrando con ello el verdadero desacuerdo de la ciudadanía mexicana frente a este acto.
El dilema que perduro durante todo el proceso electoral fue ¿votar o no votar?, una pregunta verdaderamente compleja por sus implicaciones, si se considera que “votar” es un derecho que nos ha costado años consolidar, por ende a su vez también es una obligación que todo ciudadano debe ejercer, no votar se vuelve un acto de irresponsabilidad y poco compromiso social, pero cuando se ve el panorama tan poco alentador y se analizan las nulas capacidades de los perfiles que compiten en la elección el hecho de no votar ya no se concibe como un acto de indiferencia o falta de compromiso ciudadano, todo lo contrario sino como un acto de concientización y sobre todo de protesta.
Una protesta que se vuelve necesaria y completamente legitima por encontrar sustento en la preocupación del futuro de la impartición de justicia, la razón es contundente y conocida por todos, los jueces no deben ser electos popularmente porque no son políticos, ellos imparten justicia no la prometen.
En este contexto no se puede mantener un pensamiento homogéneo, el no estar de acuerdo con este proceso también es válido, no permitamos que se olvide que los individuos somos seres humanos críticos, que cuestionan los actos cuando no hay razones suficientes para que sean legitimados, recuerden que un mundo donde se excluye al que piensa distinto no sirve de nada.