Violencia Vicaria como una forma de violencia de género a mujeres madres y sus hijos e hijas
Lic. Daniela López Leiva y Psic. Sonia Vaccaro
En las sociedades patriarcales, la violencia contra las mujeres no sólo se expresa mediante el daño o maltrato directo, sea psicológico, físico, sexual y/o económico, además cobra otras formas, desplazándose a todo aquello (o aquellos) a lo que las mujeres están apegadas o sienten cariño. En este sentido, la violencia vicaria es una violencia secundaria a la víctima principal, que es la madre. Es la utilización de las hijas e hijos de esta mujer para continuar dañándola. Los hijos para el violento son objeto no son hijos, no son personas.
Las mujeres víctimas de violencia de género creen que al separarse o divorciarse se acabará la violencia porque pueden poner distancia con el maltratador, pondrán estar “a salvo”. Sin embargo, en la relación con un agresor, el divorcio o separación, si existen hijas/os menores de edad, da comienzo al mayor calvario para la mujer, ya que él estará dispuesto a utilizar todos los instrumentos a su alcance para continuar maltratándola, y esos “instrumentos” incluyen de forma prevalente a los hijos y a las hijas en común. El agresor sabe que conserva (y conservará hasta la mayoría de edad) poder y derechos sobre las hijas y los hijos. Por lo mismo, los transforma en objetos para continuar el maltrato y la violencia, siendo consciente que lo más probable es que la madre será capaz de callar, tolerar, ceder y seguir aguantando muchas cosas por sus hijos e hijas. Tiene claro que la amenaza más efectiva (que siempre está presente en todos los casos de violencia doméstica) es: “¡te quitaré a los/as niños/as!” entonces ella no se divorciará o separará, y/o no denunciará y guardará silencio con tal que él le deje ejercer la custodia y el cuidado de sus hijas/os. Asegurando, el agresor, todo el control, poder e impunidad.
A mayor abundancia, los agresores tienen claro que lo más probable es que la justicia hará prevalecer su vinculación con los hijos e hijas en común, por encima de cualquier otro interés, incluso por sobre la violencia ejercida en contra de la madre, llegando a interpretar de modo perverso, que en nombre del “interés superior del niño”, la madre víctima debe exponerse a su agresor y los niños y niñas deben estar obligadamente con ese padre y cumplir sus deseos.
Mediante el estudio de casos del supuesto Síndrome de Alienación Parental[1], que es un falso síndrome, convertido en artilugio judicial patriarcal, por el cual se afirma que los hijos e hijas han sufrido un “lavado de cerebro” por parte de uno de los progenitores -generalmente la madre- para que odien al otro-generalmente el padre-, se puede verificar que su base es considerar falso el testimonio de las madres e hijos, sin dar lugar a que pudieran existir causas válidas que justifiquen el rechazo hacia el padre. De esta manera, se comienza a develar la violencia vicaria a través del falso “S.A.P” y, puntualmente, a través de casos de asesinatos de niños, donde la madre había sido acusada de “S.A.P” y estos niños no querían ver a su padre, pero los obligan a verlo y terminan siendo asesinados por estos individuos. No le llamamos “filicidio” porque, luego de nueve años de estudios que ha realizado Sonia Vaccaro queda en evidencia que para estos agresores no son sus hijos sino objetos que utilizan para seguir maltratando.
Las y los niños son víctimas directas del maltrato a sus madres, cuando presencian la violencia que se ejerce hacia ellas o simplemente porque viven en un entorno donde las relaciones violentas y el abuso de poder, que justifica, legitima y desencadena la violencia, es parte de las relaciones, afectivas y personales, internalizado un modelo negativo de relación que daña su desarrollo.
Esta violencia parte de formas sutiles: dañando a las y los hijos siendo negligentes en los cuidados, o no haciendo que regresen a su hora tras una separación, o hablando mal de la madre delante de ellos. Otras veces el padre les manipula para que vigilen a su madre, o para que entren dentro de los insultos. Son utilizados por su padre, al que también tienen miedo.
Por lo tanto, la violencia vicaria viene definida como la violencia desplazada sobre los hijos para continuar maltratando a la mujer. Y esto se puede realizar por la disociación que la justicia y las instituciones continúan haciendo respecto a que un agresor de una mujer madre, continúe conservando los derechos de “pater familia” sobre los hijos e hijas en común. Al mejor estilo del derecho romano.
Esto la justicia y las instituciones lo continúan validando incluso por encima del interés superior de los niños, niñas y adolescentes. Las consecuencias en ellos son lamentablemente de largo alcance y a lo largo de muchos años. Va a haber trauma, con todo lo que eso implica, trastorno a las relaciones afectivas y emocionales, incluso, somáticos importantes, de la alimentación graves, ansiosos, por estrés postraumático. No existe una sola forma de responder a esto, se responde con el aparato físico y psíquico, cuando debería ser indudable que los niños, niñas y adolescentes también tienen el derecho a vivir una vida libre de violencias como sus madres.
El interés tutelar, lamentablemente, continúa siendo el del pater familias. Por esto se pueden cometer este tipo de aberraciones amparadas por la justicia y las instituciones de los estados.
- Ha sido rechazado para su inclusión en las últimas 4 versiones del DSM (Manual de clasificación de Trastornos y enfermedades mentales) ↑