Roe y sus frutos envenenados | Paréntesis Legal

Lic. Diana Gamboa Aguirre

En el ámbito jurídico existe una doctrina conocida como “los frutos del árbol envenenado”, que esencialmente se refiere al nulo valor que se puede atribuir a un medio de prueba obtenido de manera ilícita. Así, por ejemplo, la confesión de un delito obtenida en violación de la privacidad de las comunicaciones no podría ser válidamente utilizada en juicio para condenar al respectivo delincuente confeso; pues dicha grabación sería fruto de una violación de derechos, conducta que en la metáfora doctrinaria es precisamente el “árbol envenenado”.

 

La noción del árbol envenenado, como aquel vicio de origen que impide reconocer valor a las consecuencias o productos de algo, resulta útil para aproximarnos al análisis de lo sucedido con el caso Roe v. Wade, recientemente invalidado por la Suprema Corte norteamericana.

 

Durante los primeros 185 años de vida constitucional estadounidense, cada Estado americano se consideraba competente para regular el aborto voluntario en concordancia con la visión de sus ciudadanos. Sin embargo, en 1973 con Roe v. Wade, mediante una cuestionable argumentación, la Corte Suprema determinó que su Constitución confiere un derecho general a esta práctica y, como consecuencia de ello, que los Estados no podían interferir ni limitar tal conducta.

 

Entre otros razonamientos, mediante la resolución del caso Dobbs v. Jackson el pasado 24 de junio, la Corte norteamericana evidenció los importantes problemas argumentativos de que estaba viciado Roe y, con ello, determinó invalidar tal precedente. Como principal problema, los Jueces se enfrentaron con que el presunto “derecho al aborto” -construido judicialmente en tal asunto- se sostuvo sobre bases excepcionalmente débiles, pues falló en encontrar verdadero anclaje en el texto constitucional, en la historia norteamericana o en los precedentes de la Corte.

 

Dicho de otra manera, en Dobbs se evidencia que Roe constituyó un verdadero árbol envenenado en términos justificativos.

 

Más allá de la labor de interpretación constitucional y el aspecto técnico del tema, vale la pena detenernos en los frutos de ese árbol envenenado, pues Roe sembró en el ideario colectivo norteamericano la noción de que disponer de la vida humana prenatal es un “derecho”, sin que tal afirmación encontrara un verdadero sustento constitucional.

 

Así, en Roe la Corte declaró un “lado ganador” de una batalla que se ubicaba en la arena política. En otras palabras, se coartó en sede judicial un conflicto que llevaba un cauce democrático y que, para ese momento, se veía reflejado en regulaciones más “liberales” del aborto en aproximadamente un tercio de los Estados americanos.

 

Dicho de otro modo, con Roe se cerró un debate que debía continuar en la pluralidad democrática y, derivado de ello, se arraigó en gran parte de la sociedad una idea que en el fondo no se ha justificado a la luz de la Constitución norteamericana. Esto es, la existencia de un supuesto “derecho” al aborto.

 

Las consecuencias de haber clausurado ese necesario diálogo y construido ese pretendido derecho desde 1973 pueden palparse claramente en la sociedad norteamericana. Por un lado, Roe marcó la transición del “safe, legal and rare” al “shout your abortion” en el activismo abortista en Estados Unidos. Aquella conducta que en ese tiempo se consideraba una decisión difícil de las mujeres, hoy se enarbola como acto de liberación y en algunos casos incluso se celebra.

 

Asimismo, Roe redujo el interés social en generar espacios de diálogo abierto e informado sobre el tema; lo que se traduce en una ignorancia generalizada e indiferencia al respecto. Por ejemplo, hace algunas semanas el presentador televisivo Bill Maher reconocía que no tenía idea de que el movimiento “pro-life” en Norteamérica está mayoritariamente integrado por mujeres; tampoco sabía que dicho país tenía una de las regulaciones más abiertas en materia de aborto, comparado con países europeos.

 

En ese mismo contexto, podemos observar múltiples videos y entrevistas a jóvenes que consideran el aborto como un derecho, en las cuales afirman -contra toda evidencia científica- que el producto del embarazo no está vivo o que no pertenece a la especie humana.

Mujer embarazada en protesta “pro-choice”[1]

Por otro lado, es imposible ignorar la división y confrontación social que el tema del aborto ha generado en Estados Unidos. Por primera vez en la historia moderna de la Corte norteamericana se filtró un documento confidencial, consistente en el borrador de la opinión mayoritaria en el caso Dobbs. A raíz de dicha filtración, diversos grupos del activismo abortista acosaron a los Jueces de la Corte en sus domicilios particulares e incluso se detuvo a un sujeto que pretendía asesinar a uno de ellos.[2] Además, se vandalizaron iglesias y centros de ayuda a la mujer embarazada dirigidos por organizaciones pro-vida, como una especie de castigo frente a la potencial anulación del referido precedente.

 

Bajo tal contexto, resultan palpables los frutos del árbol envenenado que constituyó Roe, por lo que, con su invalidación, la Corte deshace el nudo que originó el ambiente de indiferencia, ignorancia y profunda división social en relación con el tema del aborto.

 

Así, aunque la determinación resulte incómoda para quienes favorecen la visión del aborto como un derecho, debe reconocerse que deja abierta la puerta para que incluso esa postura prevalezca. Sin embargo, esa posibilidad deberá darse en un contexto de convencimiento democrático y no mediante imposición judicial.

 

Lo anterior pues, como se reconoce en la resolución del caso Dobbs, el aborto lleva inmerso un punto de inflexión moral respecto del cual no le correspondía -ni le corresponde- a la Corte determinar la “respuesta correcta” y cerrar el debate. En todo caso, el mal menor para enfrentar esta realidad, es devolver el tema a la pluralidad democrática y que sea en los espacios políticos abiertos donde se confronten las diversas posturas y se establezcan las respectivas soluciones.

 

Roe ha sido el árbol envenenado cuyos frutos viciados han intoxicado las ideas y conclusiones de quienes pretenden sustentar en dicho precedente sus posturas en materia de aborto. En esa medida, gran parte de las críticas y reclamos frente a la resolución del caso Dobbs parten de la premisa errónea afirmada en Roe y que, hasta ahora, no ha sido adecuadamente justificada en términos constitucionales. Esto es, que la terminación con la vida humana prenatal constituye un “derecho”.

 

La resolución del caso Dobbs vino a talar el árbol envenenado plantado en Roe, dejando abierta la posibilidad de sembrar nuevas perspectivas sobre un tema con implicaciones morales profundas, frente a las cuales los norteamericanos sostienen visiones que se encuentran en notorio conflicto. Y la arena democrática será la tierra fértil en la cual las distintas ideas deberán confrontarse, ya sea para ampliar o facilitar el acceso al aborto o para restringirlo o limitarlo. Así, por ejemplo, en lugares como California o Nueva York se podrán mantener e incluso agudizar las legislaciones favorables a dicha práctica; y, de manera correlativa, Estados como Texas o Mississippi estarán en posibilidad de limitarla.

 

El escenario no es ideal para ninguna de las posturas, pero es el menos gravoso en una sociedad que aspira a la pluralidad democrática ya que, como refirió Churchill, la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado.

[1] V. https://www.news.com.au/technology/science/human-body/heavily-pregnant-woman-writes-not-yet-a-human-across-her-belly-to-protest-supreme-court-decision/news-story/aff5ed48a10ba409bb7a46e42d7a27c1

[2] V.  https://www.bbc.com/news/world-us-canada-61735321